30 agosto 2016

Colaboración Levante-EMV 23/8/2016 "Maquetas evanescentes"

      “Maquetas evanescentes"

Duermes lo que lees- decía su madre. Él dormía investigando; olvidando al despertar la solución de los enigmas. El verano es para la intriga. Sus veranos han transitado desde “Los cinco”y “Los siete secretos” hasta Markaris, Lorenzo Silva, Lemaitre, Donna Leon y Manzini, pasando por Agatha Christie y Simenon. Ni siquiera el librero de la calle Navellos fue capaz de localizarle “Lobos frente al mar” de Carlos Mazza. Esperará otro verano. Despertó sudado con la imagen de un gran scalextric en una mansión de un pueblo de la Vall d´Albaida. Todos buscaban la maqueta. Cubierta de polvo, reposaba allí.

El Consell avisa que buscará las maquetas desaparecidas. La estrella es la  de la Fórmula uno y sus dos gigantes scalextric. La foto de los dirigentes acelerando, con sus índices, los cochecillos del mini circuito, resulta obscena sabiendo que esas maquetas tenían precio de vivienda de protección oficial.

Idea absurda, encargo a arquitecto de relumbrón, pago disparatado, presentación al mundo ante centenares de invitados y desaparición de la maqueta, de la idea y hasta del dirigente, ha sido tónica habitual estos años pasados.


Entre la ocurrencia de las torres de Calatrava, el encargo y la presentación pasó un suspiro. Anteproyecto y maqueta costaron más de quince millones de euros. Con las prisas se optó por replicar “el torso”, la torre de Malmö (Suecia), del mismo autor. Sale en algún episodio de la serie “El puente” que emite Netflix.

Menos recordadas son la maqueta de Terra Mítica presentada en París en el año 2000 o la del ignoto hospital de Ontinyent que presentó Camps en 2011. Bonita era la de la Torre de la Música que iba a medir cien metros, también presentada por el maquetero Camps en 2007. Esa tuvo hasta primera piedra. Por seiscientos mil eurillos se encargó proyecto y  perdida maqueta del teatro griego al aire libre Alfa Hélix al arquitecto Manos Perrakis en Sagunto. Fue darle el Príncipe de Asturias a Frank Gerhy y encargársele maqueta y proyecto del “Edificio del rectorado de la VIU” que no tardaron en desaparecer. Poco se sabe de la maqueta de la ampliación del IVAM encargada a Kazuko Sejima y Ryue Nishizawa, y menos de la de la Ciudad de las Lenguas encargada a Carlos Ferrater.

En Sant Mateu tenemos el Museo de Maquetas de la Comunitat. Esos bajos de la Casa Abadía pueden acoger la crónica del despilfarro, en pequeñito; los sueños del quiero y no puedo, los delirios absurdos de dirigentes vanidosos.

Pista para localizar maquetas: el registro de la propiedad intelectual. No sería de extrañar que cumplieran los requisitos de “adjuntar un máximo de tres fotografías que sirvieran para la plasmación tridimensional de lo proyectado haciéndose constar, en todo caso, la escala”. ¡A buscar!


En la terraza de casa había un trastero, de madera, no muy grande. Su madre lo bautizó como la “cabaña del tío Tom”, por Tom Sawyer. Si jugaban al escondite se escondían allí. Si hacía tiempo que no aparecía la tortuga la buscaban allí. En un estante descansaba el scalextrix con forma de ocho. Nunca lo habían ampliado pero tenía hasta contador de vueltas. Los coches estaban alineados en formación, el mini rojo era su favorito. Hacía lustros que dejó de ser su casa cuando soñó que el mini daba la vuelta perfecta.

23 agosto 2016

Colaboración Levante-EMV 16/8/2016 "Cartas que escribas"

"Cartas que escribas"

Azuzó a las niñas para que despertaran y se vistieran rápido. Llevaba semanas escribiendo cartas, centenares. Si recibía respuestas positivas todo iría bien. Les impresionó ver las cabezas de león que engullían cartas en la calle Correos. De puntillas, las iban metiendo, verificando antes si eran de provincias o ciudad. Les prometió que irían a Roma. En un lateral de la Iglesia de Santa María de Cosmedín impone la gran máscara de mármol que muerde la mano de los que mienten, la “Bocca de la veritá”. No les contó el origen de la leyenda, demasiado pequeñas.

A mediados de junio Evo Morales anunció el cierre de la empresa  de correos de Bolivia (Ecobol), dice que hay que reinventarla. A los pocos días conocimos el acuerdo suscrito entre Correos y Consum para que en algunos de sus establecimientos se instalen terminales para recibir y enviar paquetes de compra “on line”. Correopaq se llama el servicio. Hay citypaq, puntos de entrega en lugares de la vida pública, y homepaq, para envíos más discretos, en comunidades de vecinos. Eso es reinventarse. Hay que reconocer que Correos lleva décadas haciéndolo. Cuando el futuro era algo que quedaba muy lejos ya tenían servicio de burofax, postal exprés, caja verde,... Ahora hacen fotocopias y tienen un sistema para certificar PDFs. Cuando el futuro es mañana, o incluso hoy, nuestra empresa pública acelera el paso.

Uno de los locales del acuerdo Correopaq está en Conde Salvatierra, cerca de la oficina de correos de Joaquin Costa. Sus empleados son de las personas más amables, dispuestas, simpáticas y colaboradoras que pueda haber. Cuesta encontrar carteros o carteras antipáticos.

Las cosas más importantes se dicen por escrito. Tanto whatsapp, post, tuit, mail, han frivolizado la comunicación escrita. Para quien es nieto de alguien que escribía las cartas con papel carbón, archivando las copias, la improvisación de lo que se escribe duele. Mientras Correos siga, el reposo, la tranquilidad y la reflexión, combinados con la necesaria urgencia al comunicar , seguirán existiendo. Hay mucha reivindicación de lo lento; en la comida, en los viajes, en el deporte, pero no en la comunicación y falta hace. Sabemos que la mayoría de discusiones son más por cómo se dicen las cosas que por lo que se dice. Ni por esas.

En Valencia contamos con el maravilloso edificio de Correos en la Plaza del Ayuntamiento. No se conformen con admirarlo desde el exterior ni en buscar las cabezas de león que hacen de buzones. Entren. La gran sala central es espectacular, con sus dieciocho columnas y la vidriera coronada con el escudo de la ciudad que la llena de luz. No desmerecería como escenario de una película de atracos, tiene aspecto de banco lujoso, ahora que van quedando menos, bancos y oficinas.


“Cuando pasa por la Avenida del Puerto acaricia el buzón amarillo. Tiene el tamaño de una persona bajita. Siempre lleva papel y rotuladores Muji. Compró los periódicos en el estanco y antes de darle unas monedas al mendigo de la puerta volvió sobre sus pasos. Compró una postal, un sobre y un sello. Escribió, con buena letra, nombre y dirección. -La flor del baobab dura veinticuatro horas, mis enfados aún menos-, añadió. Acarició el buzón. Esperará lo que haga falta para ver la expresión de sus ojos al leerlo”.

16 agosto 2016

Colaboración Levante-EMV 9/8/2016 "¿Vergüenza?¡Para robar!"

                                     "¿Vergüenza? ¡Para robar!"

Hijo de gato, gatito. Se parece a su padre físicamente y en otro millón de cosas más. A los dos les da vergüenza comprar poco. Medias docenas, docenas, medios kilos, kilos, puñados, manojos, ristras, sacos, cajas, litros, garrafas. Les gusta cazar oportunidades gastronómicas. Cuando llegan a casa se les recrimina el exceso y se esmeran en organizar el reparto entre familiares y amigos. Cuando salen fuera a comer dejan el plato limpio, aunque no les guste. Jamás han devuelto un vino ni han criticado un plato. Puede que no vuelvan, que no dejen propina, pero les da vergüenza quejarse.

Ejercer de turista o fijarse en turistas ayuda a desmitificar muchas de las verguenzas que inexplicablemente nos acompañan. Si en una terraza con vistas privilegiadas quedan dos sitios libres en una mesa, se puede pedir permiso para compartirla. Si en la bolsa hay bocadillos hechos en casa, se pide bebida y se come el bocadillo, si la botella de agua no se ha terminado, se cierra el tapón y se guarda en la bolsa.

El gurú de los vinos, Parker, predijo hace unos años que se generalizaría el “byo”, acrónimo de “bring your own”, llevar a los restaurantes las propias botellas. Nunca he visto nadie que lo hiciera. Eso sí, ya hay varios restaurantes de Valencia, sobretodo en Ruzafa, que combinan la restauración con la venta de vinos a precio de bodega y que por consumirlos en el local se cobra un descorche de unos pocos euros que garantizan unas copas adecuadas. En otros te ofrecen llevarte la botella inacabada, con tapón vistoso y bolsa diseñada para ello.

Ya no está mal visto pedir las sobras de una comida para acabarla en casa. No requiere usar la excusa absurda de que es para el perro, aunque no se conozca muchos canes devotos del arroz del senyoret. En París este debate ha llegado incluso al parlamento. Los parisinos desperdician 29 kilos de comida al año, la mayoría no puede acabar sus platos en los restaurantes y una mayoría, aún superior, se llevaría las sobras a casa. No lo hacen por vergüenza. Por ley se recomienda que los restaurantes ofrezcan el servicio. Les sigue dando vergüenza usarlas. El anglicismo con el que se llama a la bolsa, “doggy bag”, no ayuda. La solución la ha encontrado el Ministerio de Agricultura, le llamarán “gourmet bag”, a ver si así los refinados parisinos se animan.

Busquen un bar cercano al Mercado Central que prepara las carnes y mariscos que les lleves. Entras al mercado, eliges en tus paradas favoritas, llevas al bar las viandas y te las condimentan como quieras. Te cobran seis euros por el servicio de mesa y las ensaladas. Es como pescar sin mojarte, como cazar sin dar un tiro, como cocinar sin manchar la cocina.


Lo conoce desde hace unos años. Se alegra de coincidir con él en eventos familiares. Tiene ancestros conquenses. Es vehemente en las discusiones sobre deporte y tiene tres hijos adolescentes. Un buen tipo. En las fotos familiares posa como los futbolistas al salir del entrenamiento, adelanta la pierna izquierda, agacha un poco el cuerpo y sonríe. Si tiene el estómago revuelto se come un bocadillo. Cuando alguno de sus hijos no quiere hacer algo por vergüenza, repite su mantra conquense, “¿Vergüenza? ¡Para robar!”.

10 agosto 2016

Oportunismo con el terrorismo 3

Oportunismo con el terrorismo 2

Oportunismo con el terrorismo 1

Oportunismo con el terrorismo 1

Pobres por mala financiación

No hay identitrómetro

El PP necesita una sociedad dividida

09 agosto 2016

Colaboración Levante-EMV 2/8/2016 "Simplex"

                                             "Simplex"

Profesa admiración a un anciano que con el primer café de la mañana dicta sencillas sentencias a las que da vueltas el resto del día. Huele a Varon Dandy, huele a su abuelo. Una mañana contó que durante la dictadura argentina un escritor recibía, por teléfono, amenazas de muerte cada mañana. –Le comunico que usted va a morir- decía la voz.  -¿Y usted no?- contestó una mañana el escritor. El asustador no volvió a llamar. Mientras en el bar todos asentían por la ocurrencia del escritor y del narrador, él recordó que la historia se la había leido a Galeano. Le atraían las historias simples del anciano pero más le atraía que le resumiera a Galeano, ya de por sí breve.

Portugal está en puertas de una revolución en su administración. Simplex, que así se llama el plan de simplificar las tareas administrativas, arrasará con la burocracia tal como la conocen. Dejarán de comprar impresoras y solo habrá una por departamento. Las administraciones públicas dejarán de tener coches para desplazar a los funcionarios, haciendo saber que recurrirán a Uber si es necesario. Los recién nacidos saldrán de la maternidad con carnet de identidad, médico de familia asignado, un boletín electrónico de vacunación y una dirección on line en que estarán todos los documentos oficiales que generarán a lo largo de sus vidas.

El tripartito portugués anuncia que pensionistas y jubilados no presentarán declaración de renta si sus pensiones son su único ingreso. Los conductores recibirán en casa la renovación del carnet de conducir porque los médicos mandarán directamente su informe a las autoridades.


En la tarea de seguir simplificando prevén que estudiantes y padres tendrán acceso, en una única dirección, todo el historial educativo con las matrículas, calendarios de exámenes, notas, asistencias y observaciones de los profesores. La administración mandará mensajes para avisar de que caduca el pasaporte o que ya se puede pagar a hacienda. También el fallecimiento se tramitará en ventanilla única.

Algunas de estas cosas ya empiezan a pasar aquí. Si dejas de ir a Makro te mandan un SMS advirtiéndote de que te vas a quedar sin tarjeta. El concesionario de coches te recuerda que debes cambiar el aceite sin saber que te has cansado de salir de allí con trescientos euros menos y vas al taller de la esquina que te lo arregla por la décima parte. El sitio dónde cambiaste las ruedas la última vez entiende que tienes que pasar por allí a volverlas a cambiar. Esto es un sinvivir.

La ocurrencia portuguesa tiene mucho sentido, al margen de las quejas sobre atentados a una intimidad que ya no existe. Es todo tan simple.


El abogado de provincias era muy despistado. A diferencia de otros colegas nunca se sabía el nombre de las juezas y de los jueces, ni relacionaba números de juzgados con apellidos. En sus informes solía referirse a la navaja de Ockham para defender la inocencia de sus clientes. Insistía en que la teoría más simple tiene más posibilidades de ser cierta que la compleja. Dejó de sostener que la inocencia del acusado era la explicación simple, la correcta; el día que una jueza le llamó y discretamente le sugirió que no se le ocurriera recurrir a la navaja de Ockham por tercera semana consecutiva, con el tercer cliente consecutivo.

02 agosto 2016

Colaboración Levante-EMV 26/7/2016 "Quioscos de guardia"

                                         "Quioscos de guardia"

Los fines de semana que pasa en el apartamento de la playa no duerme bien. Extraña el colchón y la almohada se le rebela. Le distraen ruidos inhabituales. Rumor de olas, palmeras abanicándose, niños llorando, risas de adolescentes en grupo, ecos de discusiones televisivas, portazos. Todo soportable. Lo insoportable es la ansiedad y necesidad de madrugar, el pavor de  llegar al supermercado y que no queden sus periódicos favoritos, ir a otros sitios y que tampoco queden. Aceptar el roto, el tarado, el que no quiso nadie. Se le ha olvidado reservarlos, como es habitual.

En París se ha liado parda con la propuesta de cambiar sus quioscos de color verde oscuro, “art nouveau”, coronados por una cúpula, copiados de los de Haussmann, el que rediseñó París hace más de siglo y medio. Firmas en change.org, encuestas callejeras, programas televisivos, artículos de fondo, opiniones de expertos, discusiones callejeras, enfrentan a unos y otros. Los que están por el cambio, entre los que se encuentra la alcaldesa Anne Hidalgo, ponderan las virtudes de los nuevos. Ahorrarán la mitad de energía, tendrán calefacción y aire acondicionado, espacios remodelados para almacenar y entregar paquetes pequeños, emplearán una hora menos al día en su apertura y cierre. Se dice que un centenar de los trescientos sesenta que se van a sustituir tendran pantalla de plasma. Lujo.

Los detractores, como la asociación “SOS París”, reivindican la calidad de los existentes. Ya han bautizado a los nuevos, diseñados por Matali Crasset , como el “cubo de basura”, la “gran fotocopiadora” o la “papelera gigante”.  Rizando el rizo, cuando de verdad han tenido éxito los críticos, ha sido cuando han apelado a la comparación con Londres, ciudad horrible para los parisinos, o al romanticismo, haciendo constar que las películas francesas no serán las mismas si no aparecen sus queridos y cuestionados quioscos.

A nosotros que ni somos parisinos, ni siquiera franceses, esa discusión nos debería dar absolutamente igual, pero en esta persistente globalización todo influye. La casualidad ha querido que la polémica coincidiera con el fallecimiento del sr. Decaux, padre de la marquesina publicitaria y fundador de lo que hoy es una multinacional que cotiza en bolsa que gestiona espacios urbanos en 70 paises y en más de 3.700 ciudades de más de 100.000 habitantes, entre ellas, Paris y Valencia.

Llenar las ciudades de trastos regalados a cambio de la explotación publicitaria fue el gran éxito del sr. Decaux. Ese es uno de los puntos de fricción en París ya que, al parecer, los nuevos quioscos, una suerte de grandes cubos, tendrán mayor espacio publicitario y generarán más ingresos para los quiosqueros. Estén atentos a la cuestión, que si cuaja en París, querrán imponérnoslos aquí.


Suele ser un quiosco caótico. La quiosquera tiene su propio orden y sorprendentemente recuerda dónde tiene cada cosa. En invierno  amontona libros, revistas, chuches, relojes, cacerolas y bolsos. En primavera los petardos ocupan un espacio creciente, menguando el resto. Con el verano todo se reduce menos la máquina de polos y la nevera de bebidas frescas. Ya ha elegido su destino de vacaciones y se despide de todos los clientes. Desde que se ha peleado con el quiosquero de algunas calles al norte no se turnan en verano. Cada uno va a la suya. No hay quiosco de guardia.

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