28 junio 2016

Colaboración Levante-EMV 22/6/2016 "Breves"

                                               "Breves"

Se lo leyó a Teju Cole: “Hay acontecimientos diarios que los medios consideran demasiado insignificantes para dedicarles artículos extensos”. Los periódicos franceses encontraron una solución para esas historias diminutas; una sección denominada “faits divers”. Recopiló varias decenas de esas pequeñas historias diminutas que se publicaron en los periódicos neoyorquinos en 1912. Para él, una de ellas destaca sobre las demás; - La señora Amos, vecina de Hawthorne Street, Brooklyn, escondió sus diamantes en los zapatos, el último sitio donde miraría un ladrón. Pues bien, resulta que uno miró-.

En una ciudad como la nuestra pasa de todo. A veces sabemos el principio o el final de algunas historias. Eso que significa que casi nunca sabemos cómo acaban unas mientras de otras nos hemos perdido el principio. Sabemos que encontraron dos granadas de mortero en la calle Periodista Gil Subiela en un contenedor; sin carga ni espoleta, que parecían antiguas y que podrían proceder de la guerra civil. Nada más. Son noticias que nos permiten fantasear. ¡Las vueltas que habrán dado esas granadas los últimos ochenta años hasta acabar en un contenedor! ¿A partir de ahí qué hacen? ¿quién va a guardar esos hierros ahora inútiles? ¿Se reciclan? ¿Acaban en el museo de la policía o algo así? ¿Se los lleva un chatarrero?

Dicen que los humanos somos máquinas de olvidar y de deformar la realidad. Para combatir eso están las Moleskine, las fotos del móvil y twitter. El derecho al olvido dejará de ser un tema legal con el que lidiar con Google. Empieza a ser imposible que seamos capaces de olvidar. La realidad nos persigue. Si hay alguna duda basta con buscar en el móvil. Ya ha corrido la especie que una de las concejalías, la de “bienestar animal”, esterilizará quinientas colonias de gatos, de entre quince y doscientos ejemplares. Colaborarán “Conexión Felina”, la “Asociación de Colonias Felinas de Valencia” y las pedanías. Bienestar y esterilización, a la vez, no se acaba de ver claro. La duda es ¿por qué hay colonias de quince ejemplares y otras de doscientos? ¿Quién elige y quién descarta?

Hace tiempo que no vemos la colonia de cotorras. Hará un año sobrevolaba con frecuencia el Ensanche. A partir de ahí la invisibilidad más terrible. ¿Las habrán esterilizado? ¿Están ya fuera del término municipal? Su larga ausencia empieza a ser preocupante.

Han retirado en dos meses dieciseis enjambres de abejas en Valencia. Personal especializado del Observatorio Municipal del Árbol de Valencia (OMAV) ha colaborado en ello. Lo hacen al anochecer, cuando las abejas están más tranquilas. Las llevan a sitios en que puedan vivir sin molestar a la gente. Se agracede que no las esterilicen. Sin abejas no hay mundo y están desapareciendo demasiado rápido.


Intentó que ese señor mayor que llevaba décadas buscando las palabras adecuadas para trasladarle la emoción que sintió la primera vez que vió un tigre, en un circo, no viera la noticia en el periódico. Ya no habrá animales salvajes en los circos. Como recordaba haber leido algo sobre un circo en “Cien años de soledad”, buscó el libro. Encontró el párrafo que buscaba, aquél que cuenta lo que sintió Aureliano Buendía en un momento parecido:”…Entonces fue al castaño, pensando en el circo, y mientras orinaba trató de seguir pensando en el circo, pero ya no encontró el recuerdo…”

27 junio 2016

Investigar al PP 1 Pleno 16/6/2016

Investigar al PP 2. Pleno 16/6/2016

21 junio 2016

Colaboración Levante-EMV 14/6/2016 "El regreso de la asesina"

"El regreso de la asesina"

Los taxistas de la noche no conocen las calles y se tiene que fijar por dónde van. No se puede distraer sumando los números de las matrículas de los coches vecinos. Se repite, de carrerilla, la lista de apellidos de su clase de sexto de bachiller. Lo hace, de vez en cuando, desde hace cuarenta años. Intenta asociar caras a apellidos. Las que más claramente recuerda son las de los seis que han muerto. -No te equivoques-, le dijo no hace mucho otro superviviente de la lista; - estamos vivos por cobardes, por miedosos y por aburridos-.

Los traficantes vuelven a introducir grandes cantidades de heroína en Europa. El incremento de las incautaciones apunta a que repetiremos la batalla contra uno de los grandes problemas de salud pública que ya nos castigó en los ochenta. Algunos achacan ese incremento a la retirada de tropas estadounidenses y de la ONU de Afganistán. Vuelven a cultivar muchas amapolas. Las estadísticas revelan que en Estados Unidos mueren más jóvenes por sobredosis que por accidentes de tráfico y que la mortandad por ese motivo se ha cuatriplicado en una década. En algunos estados, como Ohio, se empieza a hablar de epidemia.

Heroína, sirlas, ruinas familiares, prostitución juvenil, engaños y sufrimiento formaban el paquete siniestro al que se enfrentaron las familias y las autoridades hace tres décadas. Jeringuillas en jardines y solares, robos callejeros, sablazos a familiares, madres desesperadas, pedigueños desdentados, entierros de jóvenes; todo era paisaje urbano.

La heroína, con sus decenas de nombres prestados, fue protagonista de películas, de novelas, de fotos, de canciones. Trainspotting, Requiem for a dream, El pico o  Party Monster, recreaban ese submundo del que, en esos años, casi ninguna familia era ajena. La pegadiza canción de Lou Reed o el atractivo malditismo de Burroughs cedieron pronto el paso a largas necrológicas de cantantes, artistas o escritores.

En una sociedad irritada y un sistema político que busca cualquier ocasión para agitarse, se echa de menos que alguien piense en lo que puede pasar y proponer medidas para evitarlo. Nuestros grandes debates cívicos y mediáticos son sobre si se sigue poniendo unas bolas en los cuernos de unos toros en fiestas, sobre si los días de asueto tienen que abrir los comercios más grandes  para comprar cosas que seguramente no necesitamos, si los carteles de dos calles deben decir “prohibido” o “prohibit”, o si se cierra algunos actos con estrofas del himno nacional. Algo raro pasa aquí.

No tardará en conocerse los resultados de la gran encuesta que hace el Plan Nacional sobre Drogas y no será una sorpresa si se detecta un mayor consumo de la droga más asesina de sueños, esa que destrozó la salud física y mental de una generación; de jóvenes de todos los estratos sociales, de todas las capacidades, de todos los deseos. Prevenir es actuar ya.


Le daba vergüenza subir las escaleras de la ermita. Había muchísima gente. Hacía calor. No quería cruzar la mirada con la madre sollozante que abrazaba el ataúd. Le había prometido que lo vigilaría, que lo cuidaría, que la avisaría si recaía. Hacía tiempo que no le llamaba. Siempre le respondía que todo iba bien, que lo tenía todo controlado, que todo lo malo había pasado, que tenía grandes proyectos, que se había enamorado.

07 junio 2016

Colaboración Levante-EMV 31/5/2016 "Agazapados en Valencia"

                                    "Agazapados en Valencia"

La casualidad quiso que recibiera un correo con una invitación a un “cocktail prolongé” al encaminarse a un almuerzo largo. Le encantó el concepto, también la osadía del convocante. El compromiso diplomático de largueza es valiente. Es apuesta por retener, por entretener, por frenar la huida de los convocados. El almuerzo era con amigos. Si se junta a una docena de personas, con vínculos sólidos de cuatro en cuatro, y superficiales con el resto, hay espacio para la sorpresa. En un rincón se hablaba de barrios atractivos, en otro sobre la risa. El debate sobre si la risa es síntoma de tontuna o de listeza lo zanjó de un zarpazo el honorable anfitrión, “la risa es la música del pensamiento”.

Las ciudades tienen flecos. Por Tapinería o por el pasaje Giner, en la misma Plaza de la Reina, se accede a la Plaza del Miracle del Mocaoret. Es solo un rincón, sin un banquito para sentarse, probablemente para evitar que a alguien le de por organizar un botellón o echarse alguna siesta. Oasis frente al que desfila el bullicio de las hordas extranjeras dirigidas por señoritas con banderín o coloridos paraguas. A izquierda y derecha se asoman, cotillas, el Micalet y Santa Catalina. Nuestro santo más internacional, una suerte de Mago Pop del siglo XIV, dejó volar un pañuelo en la Iglesia de los Santos Juanes que llegó hasta una casa habitada donde una familia, en ese momento, necesitaba ayuda. ¡Miracle! Resiste la casa en que vivió, un par de años, José Martí, el libertador cubano. En horario comercial sensato hay abiertas dos tiendas donde venden cerámica. Enmarcar un socarrat regalado es un privilegio al alcance de pocos.

Detrás de la avenida del Cid, sin apenas achaques por sus ochenta y cinco años de existencia, resisten callejuelas y casas sencillas, de planta baja y una altura. Están rodeadas de impersonales edificios, defendidas por una barrera de tiendas y talleres de motos japonesas. El depósito de agua es de los pocos que resisten y la Alquería de Ponsa se mantiene orgullosa. Cualquiera de la cincuentena de sus casas, construidas por la Cooperativa de Viviendas Baratas, enseña la diferencia entre valor y precio.

Amparo y Lola me enviaron directo al más valioso de los rincones escondidos, el conjunto industrial y viviendas de la antigua Imprenta Vila. Un patio de manzana al que se accede desde la calle San Vicente por la calle Mascota. Es una microciudad con nave,  calles, y viviendas para trabajadores. Tiene poco más de un siglo y ha servido para celebrar eventos modernos, rodar series de televisión. En una película de culto pusieron arena para simular que se estaba en una isla, la del holandés. El conjunto industrial está hoy en venta.


Por segunda vez, le asombró la belleza serena de sus canas en melenita. Le recordó a Felicidad Blanc, el personaje más atractivo de “El desencanto”. Sentados en el porche “québienseestáaquí”, saltaba por las conversaciones esbozando diversas variedades de sonrisa. Arrobada con ayuda del limoncello le llegaron acordes de canciones escritas y musicadas por su hijo. Ella que las cantaba a voz en grito en el coche era incapaz siquiera de susurrarlas. Seguía el ritmo con el pie. La mezcla de orgullo y vergüenza la bloqueó. La niña que llevaba dentro era tímida, muy tímida.

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