25 octubre 2016

Colaboración Levante-EMV 18/10/2016 "Nombrando cosas"

               “Nombrando cosas"

Desde que supo que había gente que vivía de ponerle nombre a las cosas sueña con un trabajo de ese tipo. De tanto en tanto entra en “elnombredelascosas.com” y va siguiendo su evolución. Le asombra la entidad de sus clientes. Negocios, marcas o acciones mercantiles son nombradas o renombradas para tener más gancho. Del acierto en el nombre dependerá parte de su futuro. Los colores tienen nombre. Pantone ha decidido que el color del otoño 2016 será el “verde musgo”, el del camuflaje militar. Para el que no han encontrado nombre es para el Pantone 448-C, elegido el color más feo del mundo. Es una mezcla del marrón y de verde, como el puré de lentejas.

El Canyamelar levanta la voz. Hay un organizado comando de liberación del Canyamelar que intenta desligarse del Cabanyal; pacíficamente, por supuesto. Guiados por el erudito canyamelero José Aledón recogen firmas, justifican sus pretensiones e ilustran con datos históricos la necesidad de mantener su autonomía. Hay un grupo municipal que se ha tomado muy en serio el asunto y presenta iniciativas para dar relevancia al topónimo. Las alertas sonaron cuando se constató que el polideportivo que comparten los dos barrios se llamaba del Cabanyal, aunque muchos le llamen “polideportivo de Serrería” y los más antiguos el “polideportivo de Cervezas El Águila”, pues sobre sus antiguas instalaciones se erigió. La transacción lograda con Cabanyal-Canyamelar no acaba de convencer a todos,  pero es un avance. Siempre los hay que consideran la cuestión un tanto frívola pero tratándose de un barrio con bares con nombres tan originales como “La más bonita”, “No hay nada mejor que veintisiete amigos”, “La Paca”, o “Ca la mar”, la cuestión merece cierta atención.

Valencia tiene diecinueve distritos pero ochenta y siete barrios. Más o menos sabemos cuál es nuestro distrito pero no siempre cuál es nuestro barrio. La batalla por la defensa del Canyamelar debería estimular otras como la pendiente en Castellar-Oliveral. Ciutat Vella, El Ensanche, Campanar, Pla del Real, Olivereta y así hasta diecisiete son reconocibles. Lo difícil es averiguar los  límites de los barrios. ¿Qué calles comprende Arancapins o La Roqueta? ,  ¿El Calvari o Trinitat? ¿Soternes o Safranar?. ¿Quién puede saber si está en La Raiosa, Na Rovella, La Bega Baixa o La Carrasca?

Habría que indagar, en cada uno de los barrios, cómo  llegaron a adquirir el nombre que llevan. La batalla del Canyamelar por su visibilidad ha servido para que muchos descubran barrios cuya existencia desconocían. Los odiosos años en que se pretendía borrar nuestras identidades localísimas y sustituirnos por un ente exportable con vocación universal deben superarse resaltando nuestra diversidad. Dejemos que los veinte mil cruceristas que llegarán estos días machaquen el centro y mantengamos nosotros el secreto de las panaderías de Campanar o las patatas bravas en Forn d´Alcedo.



Con sus primeros cafés descubrió que era muy activa y enérgica, que era capaz de ir hacia atrás y hacia delante. Pronto intuyó que siempre la tendría revoloteando alrededor de su cabeza. Cuando no estaba con ellla seguía viéndola y cuando estaba con ella la veía en cualquier dirección que mirara. Los colibríes son capaces de quedarse suspendidos en el aire gracias a que pueden aletear unas setenta veces por segundo. La pensaba, la soñaba y la recordaba como “colibrí”. Tardó mucho en decírselo.

21 octubre 2016

Réplica revocación senadores 19/10/2016

Revocación senadores 19/10/2016

18 octubre 2016

Colaboración Levante-EMV 11/10/2016 "Por no ser otra cosa"

“Por no ser otra cosa"

Acaricia el lomo de “Diarios tempranos” (1950-1965) de José Donoso. Virtualmente. No lo encuentra en sus librerías de referencia. Le da miedo comprarlo aunque está seguro de que caerá tarde o temprano. Sucumbió, en su día, a los “Diarios de Emilio Renzi” de Piglia y a la “Vida lenta” de Plá. Últimamente lee obsesivamente notas dispersas sobre menús, resacas, miedos, amores, censuras, ardores, viajes. Le abduce la grafomanía. Mientras, centenares de personas chillan por las calles de dónde son y de dónde no quieren ser.  Recuerda las palabras de Cernuda, “español, por no ser otra cosa”.

Somos ciudad turística. Las ciudades tienen empeños, retos, desafíos y necesidades que nunca garantizan el éxito. Exploran, a través  de brokers de ideas, qué posibilidades les deja el mundo globalizado. La combinación de vuelos baratos, escalas de cruceros, clima, vida nocturna y precios asequibles lo han determinado; somos ciudad turísitica. No hace falta elaborar estudios. Hay más mimos que nunca,  pedigueños, terrazas en que cobran precios disparatados por un café, codazos para abrir nuevos locales de restauración. La invasión nocturna, diurna, a diario o en fines de semana, de turistas, parece imparable.

Aparecen nuevos nichos de negocio. Ahorradores que compran pisitos en los barrios más anhelados; les lavan la cara y confían en alquilarlos ocho o diez días al mes esperando fáciles réditos. Hay gestores de reservas de Airbnb, u otras empresas, que descargan a los propietarios de molestias. Personas que contestan correos en varios idiomas, que investigan a los potenciales inquilinos, que se desplazan a cualquier hora a recibir a los visitantes. Están 24 horas sobre 24 localizables para solventar cualquier contratiempo (wifi que no funciona, llaves que se pierden, aires acondicionados que se paran, grifos que gotean o sábanas manchadas). Despiden a los usuarios, inventarían los objetos y evalúan a los visitantes. Otras empresas se especializan en limpiar los apartamentos y dejarlos impolutos para los entrantes.

Como el ingenio es infinito hay quien decora pisos en venta para que sean más atractivos. Una cortina por aquí, una manita de pintura por allí, bombillas que funcionen, algún objeto decorativo, cuatro libros bien puestos.

A los hoteleros les invade la zozobra por su futuro. Con razón. Ya los hay que han orientado sus negocios como si de apartamentos de alquiler se tratara. De la turismofilia a la turismofobia hay pocos pasos. Esperemos que todo esto no nos sature.

Contaba un vecino de la calle Asturias que asistió a un baldeo en su calle con la misma sorpresa de quien descubre el mar. Los barrios de fuera del centro serán el refugio de los habitantes de la ciudad. Somos ciudad turística, por no ser otra cosa, y hace muy bien el ayuntamiento mimando a  todos los demás.


Eran tres. El más vehemente criticaba que los clubes de fútbol gastaran millonadas en centrales jóvenes. El más tranquilo lo achacaba al cambio de los tiempos. –El nuevo fútbol genera pasión por los centrales, a ser posible zurdos. Antes se hacían poco a poco, se ganaban los galones en la treintena-. Los otros asintieron. Frente a ellos pasaba una pareja joven con una niña pequeña. El padre arrastraba un triciclo. Los tres caminaban rápido y se increpaban a trompicones. –Cambian los tiempos y las personas; discutir, se discute igual- sentenció el más callado.

11 octubre 2016

Colaboración Manolo Mata 3/10/2016 "Retropía"

                “Retropía"

El padre trabajaba, los hijos ya no tenían colegio. Ir a recogerlo al trabajo les hacía sentirse mayores. Los que recogían eran ellos, el recogido era él. Dormían la espera en los aledaños del portal de la oficina. Algunas veces tardaba más, otras tardaba menos. Aparentaba sorpresa al descubrirlos y los premiaba con agua de cebada en el Rincón Valenciano. Era la mejor bebida de su mundo en la mejor heladería de su mundo. Una y otra desaparecieron.

Zygmunt Bauman sigue inventando conceptos desde la lucidez de sus noventa años. Escribe buscando explicaciones a lo que nos pasa. Para él, ya no estamos peleando por la utopía, por un sueño ideal de sociedad que nunca se acaba de concretar. Dice que estamos instalados en la “retropía”, una permanente mirada nostálgica del pasado. Buscamos, hacia atrás, un mundo que ya no existe. Cree que nos olvidamos de la solidaridad social para caer en la autoresponsabilidad individual, que soñamos con un mundo seguro que lo era por su propia previsibilidad. Basta mirar atentamente a nuestro alrededor para constatar que no va muy desencaminado.

La semana de la movilidad ha sido exitosa, todo lo exitosa que puede ser una gota en un océano, sin olvidar que sin gota no hay océano. Loable iniciativa que trata de concienciar sobre el medio ambiente. Alerta sobre su degradación. Apela a la vida saludable. Resalta la importancia del despilfarro de recursos por el uso del transporte privado. Profundizando en la importancia que sobre la actividad económica tiene el incremento de la peatonalización urbana. Funciona. Otras campañas de sensibilización no tienen tanto éxito pero como decía Thomas Edison, él nunca falló, solo descubrió 10.000 maneras de hacer algo que no funcionaron.

Que sea exitosa, que nos llegue, que nos interese, no quiere decir que no tenga detractores. Nos advertía Elena Poniatowska que todos somos blanco y negro a la vez, así que el ogro que todos llevamos dentro - en mi familia le llamamos “el oso” - les salió a algunos ese día. Caos circulatorio, dificultades para acceder al centro, atentado a la libertad, y muchos disparates más. Los críticos vomitaban nostalgia del pasado, de  calles que absorbían un número limitado de coches, de tiempos en que se inventaban argucias para que se pudiera regular el uso creciente del coche. ORA para que hubiera rotación más fluida, ordenanzas que obligaban a construir edificios siempre que hubiera garajes, sanciones duras a la doble fila. Viéndolo en perspectiva es fácil concluir que solo el caos hubiera llevado a la limitación del uso exponencial de los vehículos privados.

Hay estudios que advierten que los jóvenes prefieren un buen móvil a un coche, esa será la auténtica regulación. Criticamos que los chavales abusen de los móviles quienes vivíamos la limitación a la infinita necesidad de leer tebeos. Peor es ver familias paseando, niños a su aire, con padres y madres embebidos en sus dispositivos.


Tenía la cara arrugadísma, usaba sobretodo gris y gorra de plato, también gris. Del cinturón pendía un aro grande con decenas de llaves ensartadas. De la muñeca colgaba un garrote. Saludaba siempre y a todo el mundo. Les daba miedo mirarlo. Les ilusionaba hacerse mayores para algún día poder gritar eso de ¡serenooooo! y dar dos palmadas. Se hicieron muy mayores. Hacía mucho que él no estaba.

06 octubre 2016

Congreso Diputados 4/10/2016

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