26 mayo 2015

Colaboración Levante-EMV 19/5/2015 "Levante UD-EDI)

                            "Levante UD-EDI"
A veces coincide con ellos en un autobús de la EMT que va desde los poblados marítimos hacia el centro. Se parecen pero son muy distintos. Ella es dicharachera; gesticula, manda, levanta la voz y se enfurruña a menudo. Él es callado, tranquilo, apenas habla y la mira siempre con media sonrisa. Ella siempre se obstina en convencerlo de algo, incluso cuando él ya ha bajado del autobús. Hace unos meses le insistía en que se apuntara al Levante UD EDI. Se lo pintaba bonito. No necesitaba ser muy bueno, lo pasaría fenomenal, a veces viajaría, lo mimarían mucho y puede que marcara un gol. El domingo que desfilaron por el Ciutat de València los componentes de la Escuela de Discapacitados Intelectuales (EDI) , aclamados por el público, ella lo llevaba de una mano, con la otra saludaba al público.

Anualmente nos regalan cuarenta y ocho horas, en Viveros, para estar con ellos. Hay castillos hinchables, cuentacuentos, música, manualidades, camas de cuerda, disfraces, karaoke, tómbolas, actuaciones… Se entregan y dan lo mejor de sí mismos para mostrarse como son. Quieren que sepamos qué hacen y nos asombran. Una vez más, Asindown, Asprona, Avapace y Bona Gent nos traen la Fiesta de la Primavera.

En esta época de agobiante reivindicación de las “personas normales” o del menos común de los sentidos, el “sentido común”, tendríamos que reivindicar lo que no sigue las reglas, lo que está fuera de los cánones, lo que no sigue modelos . En una de las mejores novelas de Haruki Murakami, “Tokio Blues”, alguien dice que “lo que nos hace normales es saber que no somos normales” y eso suele ser muy raro.

Durante los últimos años las “personas normales” que nos gobiernan han metido un profundo tijeretazo a quienes habían gozado de una especial protección por su discapacidad.
Han implantado el copago en centros y residencias, también el copago farmacéutico modificando una ley que garantizaba esa exención, se ha recortado en educación especial, se ha eliminado el empleo protegido y actividades de formación del colectivo, sin hablar de las graves dificultades en que entraron muchas asociaciones con los pertinaces retrasos en el pago de ayudas y subvenciones. Se les ha hecho daño pero no tardarán en recuperarse.

Vas a la Feria, estás con ellos y te absorbe su mundo feliz. Padres, educadores, terapeutas, animadores, sanitarios, personas que a fuerza de convivir con la inocencia y la ingenuidad rezuman paz . Recuerden que tienen todo el año para ayudarles, para echarles una mano, para colaborar con ellos. Son tan normales que necesitan del otro.


El gerente le invitó a visitar las nuevas instalaciones de la asociación. Le apetecía ir, aprecia a Paco. Se desvive por su trabajo, ejerce una especie de apostolado difusor del daño cerebral adquirido; de sus causas, de sus consecuencias, de sus tratamientos. La cocina del centro era espectacular. Una donación llegada desde el extrajnero había permitido su compra. Apretabas un botón y la encimera bajaba y subía, y el horno,  y las pilas, y los armarios…Todo era móvil. Cuando les inquirío sobre los motivos de tanta movilidad le explicaron que era la única manera en que las personas en silla de ruedas, desde su metro y treinta y tres centímetros, pudieran utilizarla. Notó que enrojecía de vergüenza. Lamentó no haber pensado en ello antes.

19 mayo 2015

Colaboración Levante-EMV 12/5/2015 "Silenciosos e invisibles"

"Silenciosos e invisibles"

Se acuesta de día con la intensa cadencia de los coches ansiosos que pasan bajo su ventana. Es una de las muchas Marías que se tiñen las canas con café. Intenta no hacer ruido para no despertar ni a su marido ni al único hijo que le queda en casa cuando sale hacia el trabajo. Siempre es de noche. Nunca entiende su nómina. Sabe las horas que pasa fuera de casa pero no lo que cobra por cada una de ellas. Limpia inmensas oficinas al cobijo de la luz eléctrica. Una vez encontró un pósit en el que alguien garabateó un “gracias” al día siguiente de luchar con una mancha imposible. Siempre le duele la cabeza y siempre está cansada.

Las ciudades son como relojes. Una suma de engranajes ocultos las hacen funcionar con insólita precisión. A partir de las once de la noche todo se va ralentizando. Es como si todo enlentenciera programadamente hasta un punto de actividad casi nula para, a partir de ahí, empezar a remontar eclosionando a mediodía. Hay noches en que parece que la ciudad no va a sobrevivir al amanecer pero siempre lo hace. Sorprende su perenne vigor, sobrevive como Sidney Orr, el enfermo personaje de Auster de la “Noche del oráculo” al que todos consideran incapaz de eludir la muerte.

Repositores de tiendas, personal médico, controladores de tráfico, personal de hoteles, empleados de tiendas veinticuatro horas, guardias de seguridad, recogedores de basura, locutores y técnicos de radio, impresores y distribuidores de periódicos, policías, bomberos, cerrajeros, empleados de gasolineras, técnicos de compañías eléctricas, telefonistas del 112, camareros, taxistas, farmacéuticos... gentes que velan nuestro sueño o que preparan la ciudad para el día siguiente.

Vivimos la vida que nos toca vivir. Los que tiene dificultades para dormir son los que más piensan en los que tienen que trabajar de noche, ese tres o cuatro por cien que prepara las ciudades para el día que ha de venir. Son personas víctimas de los cambios de ritmo biológicos a los que las sometemos. Padecen trastornos del sueño, nerviosos, digestivos,…pero sobretodo de su vida social o familiar

La ciudad despierta no existiría sin los actores de la ciudad dormida. Hagan un esfuerzo y en los semáforos, en el metro, en el autobús o en las estaciones del Valenbisi, intenten descubrirlos. Son fácilmente detectables. Ahora que hay días mundiales para cualquier cosa debería haber alguno para el trabajo nocturno. De no estar ellos a saber cómo funcionaría todo esto. No hacen ruido, no se les ve.


Es muy buena chica. Está acabando sus estudios y ahorra para los veranos lo que saca con trabajillos esporádicos. Es despistada, muy despistada. Un día cerró mecánicamente la puerta de casa reparando inmediatamente en que las llaves estaban dentro. Era justo un fin de semana en que todos estaban demasiado lejos para auxiliarla. Google la dirigió hasta algunos teléfonos que le hablaban de entre setenta y ciento veinte euros. Se fió del que no aventuraba coste, del que sólo presupuestaría al ver la puerta. –Es blindada- le dijo. –Van a ser ciento cuarenta-. Aceptó por las ganas de acabar. Él le pidió que no le mirara trabajar. En cinco segundos la puerta estuvo abierta. A él no le molestó cobrarle mientras le llamaba sinvergüenza. ¡Al garete los planes del verano!

15 mayo 2015

Intervenció de Manolo Mata en el 12é Congrés del PSPV.MOV

12 mayo 2015

Colaboración Levante-EMV 5/5/2015 "El mundo es de los valientes"

      "El mundo es de lo valientes"

Iban a viajar, en avión y a un país extranjero. Esos saltos a ciudades europeas, en vuelo directo, por obra y gracia de las compañías de bajo coste,  les forzaban a seguir asombrándose con el entorno y con ellos mismos. Hacer las maletas en las estrictas condiciones que imponían las compañías era un complicado ejercicio de renuncias pero si iban con niños los patinetes eran imprescindibles. Como el mundo es de los valientes, les enseñó, sobre un mapa, todos los puntos que pensaba visitar. Sabía que lo conseguirían.

En esta ciudad de batallas, de síes y noes, de Montescos y Capuletos, cualquier propuesta encuentra vigorosos detractores. Da igual  que sea el agua, una bandera, o la peatonalización de una calle que siempre habrá un buen número de críticos para una idea defendida con ímpetu. Hace muchos años, en el mismo paquete peatonalizador incluyeron varias calles; Roteros, Moratín o Músico Peydró, pero la que les quitaba el sueño a los gobernantes de la época era Don Juan de Austria. Con la virulencia de la época los comerciantes plantearon una gran batalla contra su peatonalización. Afortunadamente ese gobierno municipal resistió el envite y hoy nadie recuerda que no siempre fue peatonal.

El principal ideólogo europeo de las peatonalizaciones, Rolf Monheim, decía que “una ciudad sin áreas peatonales representativas parece ahora desesperadamente anticuada” . Algo de eso nos está empezando a pasar. El parón peatonalizador es fruto de la cobardía de los actuales dirigentes municipales, cómodos con el escepticismo de comerciantes y habitantes, renunciando a la osadía y valentía necesarias para actualizar nuestra manera de vivir.


Sin los redaños necesarios nunca hubiera habido una calle Buchanan en Glasgow, que hoy es la calle favorita de los escoceses, o una calle Stroget en Copenhague que es su arteria principal y, tal vez, la calle peatonal más larga de Europa.

Peatonalizar es mejorar nuestra calidad de vida. Con aceras más anchas hay menos contaminación acústica y atmosférica. Se elimina la tensión de pensar por dónde hay que cruzar, y se generan espacios que invitan a instalar  bancos para sentarse, a decorar con arreglos florales y a pavimentar con criterios estéticos pero favorecedores del paseo.

El gran espacio que hay entre las Torres de Serrano y las Torres de Quart será algún día peatonal. Residentes, comerciantes y visitantes convivirán armónicamente aumentando sus contactos. Serán habitantes que saldrán más a la calle.

Podemos conformarnos en ordenar espacios para turistas, espacios de ciudad museo; para compradores, espacios de ciudad tienda; para las instituciones, espacios de ciudad política o para la diversión, en espacios de ciudad bar, pero el reto es ordenar la ciudad para vivir, y vivir de la mejor de las maneras posibles. No hay barrio en Valencia que no sea susceptible de ser más peatonalizado y alguno lo va consiguiendo como Benimaclet.


Sabían que era fiesta porque no iban a los sitios, pasaban por ellos. Hablaban y hablaban, se fijaban en detalles de edificios o tiendas, en los que no habían reparado antes. Si se cansaban se sentaban en cualquier sitio. Si no había mucha gente alrededor a ella le gustaba alejarse unos metros, ir corriendo hacia él y saltarle encima para que la recogiese a horcajadas. Pasear, que se asocia a la vejez, es siempre volver a la infancia.

05 mayo 2015

Colaboración Levante-EMV 28/4/2015 "Sin libros no hay paraiso"

Sin libros no hay paraíso"

Se había quedado dormida y el libro abierto bailaba al ritmo que marcaba su respiración. Él no encontró nada que le sirviera de señal para cerrarlo dónde se había quedado. Recordó una frase, recién leida, de Milena Busquets en “También esto pasará”, esa que dice que amamos como nos han amado en la infancia y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Podría ser verdad pero es más cierto que marcamos nuestras lecturas como nos enseñaron en la infancia. El mundo se divide entre los que doblan las hojas y aquellos que no pueden soportar la visión de la hoja herida y colocan un cartón o un papel. Le faltó valor para doblar la hoja, como hacía ella. Optó por dejarlo abierto sobre una repisa.

Dependen en buena medida de la climatología. Muchos de ellos necesitan una buena feria para salir de los números rojos. Les cuesta mucho decidir qué llevar, qué títulos exhibir, qué apuestas van a hacer para que encima unas gotas caidas del cielo perjudiquen las ventas. Cada vez que les piden algo que no tienen lo viven como una puñalada. Creen que la culpa es suya. Son nuestros libreros, esos a los que traicionamos por la urgencia del deseo, por la incapacidad de esperar a que les llegue lo que buscamos.

Nunca llevan bastantes ejemplares de algunos libros, muchas demasiados de otros. Pasear por sus casetas, parar y escrutar sus elecciones es rendirles un homenaje.

Los nombres de las librerías nunca son inocentes, son muy trabajados. Quieren decir tanto, en una o dos palabras, que cuando lo consiguen son referencias en sí mismas.

Aparecen y desaparecen en silencio. Intentan marcar un territorio intelectual, especializarse, ser diligentes en la intuición. Se hartan de discutir con distribuidores y editoriales. Juegan posicionando. Ganan y pierden. Tienen favoritos e intuyen quienes serán los perdedores. Leen todo lo que pueden sabiendo que sus gustos son únicos. Son de los pocos que conocen el secreto del sentido común, que cada uno de nosotros tenemos el nuestro.

Cuando hagan balance suspiramos por que hayan vendido más que el año anterior. Solo son números pero los necesitan para seguir en la brecha. Aún estamos a tiempo de echarles un cable. Pocas cosas dan tan tanta satisfacción como un libro por el precio que valen, llevan a muchos paraísos.

La feria es su escaparate. Sus acertadas recomendaciones, la simpatía al cobrarnos o el guiño cómplice por una elección sorprendente pueden hacer que los busquemos por la ciudad para reencontrarlos. Hace pocos años descubrí unos libreros extraordinarios en una caseta esquinada. Voy de vez en cuando a visitarlos. Parece que se la juegan en esta feria. Si no les va bien van a tener que plegar.


Tenía once años. Se acababa el fin de semana y no encontraba el momento para decirle a su madre lo que llevaba rumiando desde el viernes. Cuando su hermano menor cerró el libro y comentó que, a diferencia de los de Harry Potter, los de Gol no hacía falta que se leyeran por orden de publicación, aprovechó la ocasión: -Mamá, mejor que a mis amigos no les comentes nada sobre libros que leo. Prefiero que no lo sepan. Me da vergüenza -.  -Vergüenza les debería dar a ellos-, dijo la madre.

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