Colaboración Levante-EMV 16/8/2016 "Cartas que escribas"
"Cartas que escribas"
Azuzó
a las niñas para que despertaran y se vistieran rápido. Llevaba semanas
escribiendo cartas, centenares. Si recibía respuestas positivas todo iría bien.
Les impresionó ver las cabezas de león que engullían cartas en la calle
Correos. De puntillas, las iban metiendo, verificando antes si eran de
provincias o ciudad. Les prometió que irían a Roma. En un lateral de la Iglesia
de Santa María de Cosmedín impone la gran máscara de mármol que muerde la mano
de los que mienten, la “Bocca de la veritá”. No les contó el origen de la
leyenda, demasiado pequeñas.
A mediados de junio
Evo Morales anunció el cierre de la empresa de correos de Bolivia (Ecobol), dice que hay que
reinventarla. A los pocos días conocimos el acuerdo suscrito entre Correos y
Consum para que en algunos de sus establecimientos se instalen terminales para
recibir y enviar paquetes de compra “on line”. Correopaq se llama el servicio.
Hay citypaq, puntos de entrega en lugares de la vida pública, y homepaq, para
envíos más discretos, en comunidades de vecinos. Eso es reinventarse. Hay que
reconocer que Correos lleva décadas haciéndolo. Cuando el futuro era algo que
quedaba muy lejos ya tenían servicio de burofax, postal exprés, caja verde,...
Ahora hacen fotocopias y tienen un sistema para certificar PDFs. Cuando el
futuro es mañana, o incluso hoy, nuestra empresa pública acelera el paso.
Uno de los locales
del acuerdo Correopaq está en Conde Salvatierra, cerca de la oficina de correos
de Joaquin Costa. Sus empleados son de las personas más amables, dispuestas,
simpáticas y colaboradoras que pueda haber. Cuesta encontrar carteros o
carteras antipáticos.
Las cosas más
importantes se dicen por escrito. Tanto whatsapp, post, tuit, mail, han
frivolizado la comunicación escrita. Para quien es nieto de alguien que
escribía las cartas con papel carbón, archivando las copias, la improvisación
de lo que se escribe duele. Mientras Correos siga, el reposo, la tranquilidad y
la reflexión, combinados con la necesaria urgencia al comunicar , seguirán
existiendo. Hay mucha reivindicación de lo lento; en la comida, en los viajes,
en el deporte, pero no en la comunicación y falta hace. Sabemos que la mayoría
de discusiones son más por cómo se dicen las cosas que por lo que se dice. Ni
por esas.
En Valencia
contamos con el maravilloso edificio de Correos en la Plaza del Ayuntamiento.
No se conformen con admirarlo desde el exterior ni en buscar las cabezas de
león que hacen de buzones. Entren. La gran sala central es espectacular, con
sus dieciocho columnas y la vidriera coronada con el escudo de la ciudad que la
llena de luz. No desmerecería como escenario de una película de atracos, tiene
aspecto de banco lujoso, ahora que van quedando menos, bancos y oficinas.
“Cuando pasa por la Avenida del Puerto acaricia el buzón amarillo.
Tiene el tamaño de una persona bajita. Siempre lleva papel y rotuladores Muji.
Compró los periódicos en el estanco y antes de darle unas monedas al mendigo de
la puerta volvió sobre sus pasos. Compró una postal, un sobre y un sello.
Escribió, con buena letra, nombre y dirección. -La flor del baobab dura
veinticuatro horas, mis enfados aún menos-, añadió. Acarició el buzón. Esperará
lo que haga falta para ver la expresión de sus ojos al leerlo”.
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