23 agosto 2016

Colaboración Levante-EMV 16/8/2016 "Cartas que escribas"

"Cartas que escribas"

Azuzó a las niñas para que despertaran y se vistieran rápido. Llevaba semanas escribiendo cartas, centenares. Si recibía respuestas positivas todo iría bien. Les impresionó ver las cabezas de león que engullían cartas en la calle Correos. De puntillas, las iban metiendo, verificando antes si eran de provincias o ciudad. Les prometió que irían a Roma. En un lateral de la Iglesia de Santa María de Cosmedín impone la gran máscara de mármol que muerde la mano de los que mienten, la “Bocca de la veritá”. No les contó el origen de la leyenda, demasiado pequeñas.

A mediados de junio Evo Morales anunció el cierre de la empresa  de correos de Bolivia (Ecobol), dice que hay que reinventarla. A los pocos días conocimos el acuerdo suscrito entre Correos y Consum para que en algunos de sus establecimientos se instalen terminales para recibir y enviar paquetes de compra “on line”. Correopaq se llama el servicio. Hay citypaq, puntos de entrega en lugares de la vida pública, y homepaq, para envíos más discretos, en comunidades de vecinos. Eso es reinventarse. Hay que reconocer que Correos lleva décadas haciéndolo. Cuando el futuro era algo que quedaba muy lejos ya tenían servicio de burofax, postal exprés, caja verde,... Ahora hacen fotocopias y tienen un sistema para certificar PDFs. Cuando el futuro es mañana, o incluso hoy, nuestra empresa pública acelera el paso.

Uno de los locales del acuerdo Correopaq está en Conde Salvatierra, cerca de la oficina de correos de Joaquin Costa. Sus empleados son de las personas más amables, dispuestas, simpáticas y colaboradoras que pueda haber. Cuesta encontrar carteros o carteras antipáticos.

Las cosas más importantes se dicen por escrito. Tanto whatsapp, post, tuit, mail, han frivolizado la comunicación escrita. Para quien es nieto de alguien que escribía las cartas con papel carbón, archivando las copias, la improvisación de lo que se escribe duele. Mientras Correos siga, el reposo, la tranquilidad y la reflexión, combinados con la necesaria urgencia al comunicar , seguirán existiendo. Hay mucha reivindicación de lo lento; en la comida, en los viajes, en el deporte, pero no en la comunicación y falta hace. Sabemos que la mayoría de discusiones son más por cómo se dicen las cosas que por lo que se dice. Ni por esas.

En Valencia contamos con el maravilloso edificio de Correos en la Plaza del Ayuntamiento. No se conformen con admirarlo desde el exterior ni en buscar las cabezas de león que hacen de buzones. Entren. La gran sala central es espectacular, con sus dieciocho columnas y la vidriera coronada con el escudo de la ciudad que la llena de luz. No desmerecería como escenario de una película de atracos, tiene aspecto de banco lujoso, ahora que van quedando menos, bancos y oficinas.


“Cuando pasa por la Avenida del Puerto acaricia el buzón amarillo. Tiene el tamaño de una persona bajita. Siempre lleva papel y rotuladores Muji. Compró los periódicos en el estanco y antes de darle unas monedas al mendigo de la puerta volvió sobre sus pasos. Compró una postal, un sobre y un sello. Escribió, con buena letra, nombre y dirección. -La flor del baobab dura veinticuatro horas, mis enfados aún menos-, añadió. Acarició el buzón. Esperará lo que haga falta para ver la expresión de sus ojos al leerlo”.

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