29 septiembre 2015

Colaboración Levante-EMV 22/9/2015 "La última, en Luis Lamarca"

"La última, en Luis Lamarca"

Hace más o menos un año me llamó el hoy director de Levante-EMV, Julio Monreal, para proponerme escribir una colaboración semanal en las páginas del periódico que compro cada día. Valencia debía ser el hilo conductor de las colaboraciones . Me indicó, sutilmente, que era deseable que no tuviesen un excesivo contenido político. Me entusiasmó la propuesta. Valencia es mi pasión y aborrezco lo panfletario. Desde entonces he intentado cumplir con la encomienda aportando vivencias próximas o remotas de personas que conozco, relacionadas con nuestra ciudad. Suelo pensar en algún tema concreto, introducirlo con unas líneas que me recuerden algo vivido, desarrollarlo desde mi punto de vista, cerrándolo con alguna situación también conocida por mi y relacionada con el tema elegido. Los suelo escribir los domingos por la noche. Nunca utilizo la primera persona. Lo hago con ilusión y, aunque pocas veces consigo lo que pretendo, solo cuando creo que me he acercado suficientemente me atrevo a mandarlos.

Empiezo poniéndoles un título y lo que más me divierte es cumplir con el requisito de que no supere las quinientas cincuenta palabras requeridas. Los martes paso rápido la página en que están el título y mi foto. Nunca los leo, me da vergüenza. Lo que hago, ese día, es colgar en facebook y en mi blog el que se publicó la semana anterior.

Hoy no puedo hacer lo de otros domingos. Llevo cincuenta colaboraciones, si no me he descontado. Frente al ordenador  tengo recientes las imágenes de la selección española de básquet, de los jugadores del Levante vestidos de amarillo peleando sin éxito en el Nou Camp y de un Tsipras satisfecho del resultado electoral obtenido por Syriza.

No puedo hacer lo de otras veces. No me sale. Desde hace unos días no dejo de pensar en la muerte de Fuensanta López, de las crónicas que con acierto ha escrito Ignacio Cabanes sobre su vida, su muerte y las opiniones de sus familiares. En las hijas de nueve y catorce años que deja y en Riba-roja, el municipio en que vivía. En la calle Luis Lamarca con su peluquería, ferretería, taller de coches y bares, en que fue asesinada y en el barrio de Nou Moles, ese al que Salvador Blanco ha dedicado tantos años de trabajo para dignificarlo, donde hoy está nuestro principal centro administrativo autonómico.

Media humanidad es susceptible de ser asesinada por el mero hecho de ser mujer. Ya han muerto treinta en España este año, cinco de ellas en nuestra comunidad. Cada golpe, cada cuchillada, cada muerte son el fracaso de una sociedad que se concentra en silencio, delante de las instituciones, para recordarlo. Se vuelve a hablar de planes integrales, renace el color morado, se pregona la existencia del 016, se insta a que familiares, amigos y desconocidos a que ayuden a las mujeres en peligro a denunciar. Fracasamos una y otra vez.

Pertenecer al género al que pertenecen la mayoría de jueces y fiscales, la mitad de miembros de nuestro gobierno, la mayoría de estudiantes universitarios, la mayoría de quienes van a ser la vanguardia de nuestra sociedad, es estar en situación de vulnerabilidad. Fuensanta murió por ser mujer, su asesino la mató por esa razón. Debe ser la última.


También pienso en el hijo de puta que la mató.

22 septiembre 2015

Colaboración Levante-EMV 15/9/2015 "Sirios en Valencia"

"Sirios en Valencia"


En verano, la orilla del Sena quiere parecerse a una playa. Hay arena, duchas, juegos infantiles, bares y gente en bañador; pero no es una playa. Cuando la crisis de Calais, el pasado agosto, debajo de un puente renombrado había decenas de tiendas de campaña, cuerdas con ropa tendida y jóvenes africanos jugando al fútbol con cualquier cosa redonda que pillaran. Decenas de voluntarios de Cruz Roja les atendían. Al atardecer, acudían jóvenes franceses a enseñarles los rudimentos del idioma. Con papel y bolígrafo, como armas, luchaban contra el abandono.

Seremos ciudad de acogida, comunidad de acogida. Al parecer, el ayuntamiento prevé que el primer contacto con esta tierra sea en el edificio “Veles i vents” . Un gran mirador, plagado de terrazas, diseñado para seguir los entresijos de la America´s cup 2007 será el primer centro en el que se atenderá a los refugiados sirios. Nadie en aquellos días de glamour exultante, de exhibición obcena, de excesos sin fin, podía imaginar un uso de ese calibre para tan peculiar edificio.

La ocasión lo justifica. Cada día en el mundo 42.500 personas tienen que abandonar sus hogares y huir de una guerra. Guerras que se suceden entre protagonistas parecidos, con apoyos parecidos, de las que se beneficia siempre el oscuro mundo de la industria armamentista. Más de sesenta millones de personas son refugiados, un país errante en direcciones múltiples, mucho más poblado que España. Solo pueden recalar en ciudades.

Nos dicen que el ayuntamiento está recibiendo una avalancha de solicitudes de colaboración por parte de nuestros convecinos. Ciertamente será difícil canalizar tanto impulso colaborador.

Ada Colau, Anne Hidalgo y Sypros Galinos, alcaldes de Barcelona, París y Lesbos, a los que se han ido sumando los de A Coruña, Cádiz, Zaragoza, Santiago de Compostela y otras que llegarán, han hecho público un manifiesto “Nosotras, las ciudades de Europa”. Recuerdan que durante años los gobiernos han destinado la mayoría de fondos a convertir Europa en una fortaleza y que ahora las ciudades están preparadas para ser lugares de acogida y dar la bienvenida a los refugiados. Las ciudades no quieren caminar solas, necesitan ayuda, de dentro y de fuera; principalmente de los mismos gobiernos que les negaban el pan y la sal hasta que una foto desveló sus miserias.

El conflicto sirio tapa el ucraniano como éste tapó el eritreo o aquél el iraquí. La barbarie no cesa. Llegamos a la luna, hablamos con una persona a miles de kilómetros por un chisme pequeñísmo o curamos el cáncer pero somos incapaces de llevar paz a la humanidad. Podemos ver desde google cualquier punto del planeta pero somos incapaces de frenar guerras, masacres de inocentes y genocidios.


El autobús estaba a punto de llegar al cruce de Islas Canarias con Eduardo Boscá. Una señora, entrada en años, le dijo a su vecina que iban a llegar a Valencia una barbaridad de sirios y que eso era una vergüenza. -Nosotros no somos ricos y no estamos para acoger a nadie- Le recalcó. La vecina la miró con una mezcla de desdén e ironía. Abrió el bolso y sacó un libro de bolsillo, Cometas en el cielo de Khaled Hosseini. Tenga, léalo. Es una historia que le le hará entender que lo que ha dicho es una barbaridad. ¡Se lo regalo!-

18 septiembre 2015

Manolo Mata defiende en el Congreso de los Diputados la Reforma del Estatut

15 septiembre 2015

Colaboración Levante-EMV 8/9/2015 "AtrapaelTigre.com"

"AtrapaelTigre.com"

Había prometido llevarles al parque acuático. Le daba una pereza infinita. No acababa de verse rodeada de cuerpos mojados, oliendo a cloro, resbalando durante horas y persiguiendo hijos despistados. Al regresar, corrió a contarle la escena: Los padres querían tirarse por un tobogán vedado al hijo pequeño. El niño se negaba a soltar la pierna del padre y berreaba. La madre lo resolvió por la vía rápida. ¡Deja al paaaapa de una vez, que no te llevará al circo!

Estamos enfrascado en una lucha sin tregua contra el mosquito tigre. Nada de recipientes de enseres, utensilios o recipientes que acumulen agua en las terrazas. En las zonas de huerta hay que tapar pozos y bidones de riego. Las piscinas deben mantenerse cloradas y en los estanques ornamentales, recomienda el ayuntamiento, introducir peces u “otros depredadores” de larvas de mosquito. El fin de evitar que se extienda el dengue y el “chikungunya” justifica los medios.

Ese peligroso mosquito, negro con rayas amarillas, será víctima del Plan Nacional de Mosquitos Invasores. Parece que le gusta meterse en los coches, en las alfombrillas o debajo de los asientos, cambia de coche con facilidad y salta de ciudad en ciudad. Hay más de 2.500 voluntarios “atrapa mosquitos”, investigadores volantes que los tienen que fotografiar e informar a los técnicos. Con el frío acaba el problema, ese bicho es capaz de hibernar y hay que liquidarlo esté donde esté. Se les atrapa con un aspirador manual que lleva una bolsa y así se  les recuenta y se les estudia.

La casualidad ha querido que tigres y mosquitos se unan. Mientras funcionarios de las Consellerías de Sanidad y Agricultura trabajan  con otras administraciones para erradicar el atigrado mosquito, discretamente se nos anuncia que los tigres malabaristas también se erradicarán. No habrá más circo que aquél que no tenga animales.

Dicen que se ridiculiza, maltrata y humilla a los animales en los circos. La lista de los que pasa a proteger el ayuntamiento es larga; elefantes, leones, tigres, rinocerontes, cebras, chimpancés, cocodrilos, pitones, dromedarios y osos, entre otros. Te paras a pensar en imágenes de cada uno de ellos y te invade la nostalgia de esas tardes de circo de la infancia.

Siempre nos quedarán las novelas de los circos decadentes, con sus dificultades económicas, sus empresarios malévolos, los jefes de pista enamorados de las acróbatas, los animales mimados por el pobre empleado que no cobra. “Agua para elefantes” de Sara Gruen, “El circo del Dr. Lao” de Charles G. Finney o “El gran salto” de Raúl Eguizábal, novelas todas que nos trasladan a esos circos que no volverán a Valencia. También evitamos que el mosquito tigre se les oculte entre las carpas y se vaya de gira con ellos.


No debía ser la única que insistía en gastar bromas cada veintiocho de diciembre porque en la tienda especializada en la venta de ese material tenía cola de clientes. Recorría con sus hijos sitios emblemáticos del centro con bombas fétidas, spray que simulaba caca y bichos de plástico. Se habían citado en la pista de hielo de la plaza del ayuntamiento. Él llegó pronto, le gustaba ver a la gente patinar; incapaz de hacerlo por sus tobillos laxos. Se negó a ver cómo reaccionaba la gente al pisar una caca falsa al salir de la pista.

08 septiembre 2015

Colaboración Levante-EMV 1/9/2015 "¿Seguirá Amparín?"

"¿Seguirá Amparín?"

Son primos y viven cerca. En cuanto vuelvan de las vacaciones pasarán por la tienda de Amparín para ver si ha resistido y mantiene la frutería abierta. Sus horarios son disparatados, las neveras se le paran y le estropean el género pero su habla alegre les tiene cautivados. La intentan convencer de que no puede regalar una berenjena a alguien que solo le ha comprado una berenjena. También, que conviene más exhibir las piezas más sanas que las más estropeadas y que no hace falta darlo todo a probar. Les anunció que en agosto seguiría abierta. Dudan que siga allí.

Valencia en agosto se toma vacaciones de sí misma. Se enlentece, es como si se fuera preparando para tomar impulso. Los cambios son tan sutiles que muchos pasan desapercibidos. En septiembre la ciudad huele a pintura fresca, los escaparates parecen espejos y muchos se esfuerzan en parecer otros.

Hay gente que solo se besa en septiembre o en navidad. Los clientes habituales de quioscos, panaderías, bares o supermercados son recibidos con alegría. A los dueños les reconforta saber que no han sido infieles, que solo estaban de vacaciones o que no se han tomado a mal que cerraran ellos por vacaciones. Las miradas son más escrutadoras, son repasos en busca de las diferencias en la apariencia de los que despedimos hace unos días y los que ahora recibimos.

La mala conciencia intenta ocultar que son más los que se han tenido que quedar que los que se han ido. Hay muescas en el revólver del mercado libre. Es tiempo de desapariciones discretas. Desaparecen muchos negocios por jubilación o por quiebra. Aparecen otros con el empuje y las ganas con los que aparecieron los que hoy ya han desaparecido.


Lo dijo un gurú de los que saben mucho de muchas cosas: “hay que entenderlas para cambiarlas. Por ejemplo, en las grandes ciudades hay más mascotas que niños”. Más que los datos sobre zonas verdes, el número de viviendas vacías, las polémicas sobre la rotulación de las calles, el número de aparcamientos o de carriles bici, esa simple afirmación radiografía  una época.

Hay gente que, al pasear, suma los números de las matrículas de los coches reduciéndolos hasta llegar a un dígito; cuenta las baldosas que va pisando o los pasos que caben entre farola y farola. Será cuestión de contar niñas, niños y mascotas. Muchas de las mascotas nunca salen a la calle; conejos, gatos, pájaros, peces…Debe ser verdad, hay más mascotas que niños. Ese cambio es demasiado importante para no intentar entenderlo.

Cuando regresen, intenten descubrir qué es lo que ha cambiado. Analicen las causas de los cambios y cuando lleguen a un callejón sin salida recuerden que la luna que veían antes sigue siendo la misma que ahora.


Tiene pensado pedir una cita con el alcalde al volver de vacaciones. Le quiere contar la odisea que vive cada vez que quiere llevar el aceite doméstico usado a reciclar. Ni en el mercado de Rojas Clemente, al que la remitían, sabían nada; ni en el club de jubilados en que lo almacenan daban fe de que se recogiera. Ella se fija mucho y tiene muchas sugerencias para trasladarle. Si no la llaman le mandará un mail. No le parece nada bien que los perros puedan subir al autobús.

01 septiembre 2015

Colaboración Levante-EMV 25/8/2015 "Oreo de frutas, verduras, carne y pescado"

"Oreo de frutas, verduras, carne y pescado"

Fue el día en que ella le enseñó la palabra chascar. No habían comprado nunca en Amazon. En vacaciones se arriesga más, se pierde el miedo. Se lanzaron. Él había dejado la Coca-Cola y estaba decidido a llevar una vida más sana. Ella, escéptica con el propósito, hizo la primera prueba de la flamante licuadora Petra FG 20.07. Engullía manzanas, zanahorias y apio a velocidad de vértigo, extraía todo su jugo y eliminaba residuos como polícromas cagarrutas. La pócima anticolesterol estaba lista.

Desde que el mercado de Convento Jerusalén pasó a una planta baja, hace casi una veintena de años, no hemos vuelto a ver puestos al aire libre de frutas, verduras, carne o pescado, en el centro de Valencia. La modernidad, la higiene, los hábitos de consumo, la estricta normativa europea, la incomodidad de los vendedores, o todo junto, acabaron  con los puestos que diariamente ocupaban algunas de nuestras calles.

En la Avenue d´Italie, en París, hay un mercado que se instala todos los días de la semana. Linda casi con el emergente chinatown parisino y con el moderno barrio de Butte aux Cailles. Un paseo por Gobelins, Place St. Médard y Mouffetard te lleva hasta el Marais. Todos los puestos tienen un toldo del mismo color, las tablillas de los precios son todas iguales, incluso la letra en la que se escribe el origen del producto y el precio parecen escritos por la misma mano. Saltas de las aceitunas a los quesos, de las cerezas turcas al gengibre, de los calamares a las salchichas. A última hora los vendedores son más insistentes, quieren volver de vacío pero con euros en el bolsillo y airean ofertas. Si pasas más de un día y les compras, te reconocen, recuerdan tus gustos y te ofrecen probar su mercancía. La vida se enlentece, el reloj deja de tener importancia.
Tenemos magníficos mercados cubiertos, Central, Cabanyal, Ruzafa, Convento, Valvanera, Rojas Clemente, Mosén Sorell, Algirós, Grao, Benimaclet, Jesús, Nazaret, San Pedro Nolasco, Torrefiel y los que se me olvidan, pero no tenemos mercados al aire libre que destaquen.

Igual nos pasamos de sensatos pero con la calidad de nuestras frutas y verduras, nuestros embutidos, nuestros quesos, nuestros fiambres no se entiende como no los enseñamos más, que nos los prueben más, que gocemos más. En esta absurda época en que llenamos la nevera de productos perecederos etiquetados con origen China, Perú, Chile o de cualquier otro país lejano, tienen que orearse en la calle nuestras coles, ajos, lechugas, cacahuetes o aceitunas.

París, Londres, Praga, y otras muchas ciudades que no destacan por su producción agrícola, albergan mercados diarios o semanales en casi todos sus barrios. El semanal de León es en su plaza Mayor. Hay quien los visita solo para olerlos, pisarlos y  disfrutar de su colorido.


No perdonan una siesta. Inma y Rafa han pasado las crisis del primer año, del tercero, del séptimo y del vigésimoprimero. Al volver del cine se cogen de la mano. Las niñas llevan sus propias vidas. Tienen suerte, son de las que cuentan muchas cosas. Prestan mucha atención a sus efímeros dramas y duraderos momentos alegres. Madrugan mucho y los sábados van temprano al mercado de Ruzafa. Huelen, tocan, miran y compran lo que necesitan. Vuelven cogidos de la mano.

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