25 agosto 2015

Colaboración Levante-EMV 17/8/2015 "Busquen a Josh Rouse"

"Busquen a Josh Rouse"

Cuando se afeitaba su emisora favorita emitía diario de la crisis. Esos terribles o esperanzados relatos de gente como él le turbaban. Desde el primer día le acompañó el soniquete de la canción que introducía el programa. Era una canción perfecta, de esas que no se cansaba de escuchar. Su sobrino le llevaba a una de las playas más apetecibles del mediterráneo, puso un CD. La canción que sonaba era la del soniquete, la fantástica Quiet town de Josh Rouse.

La imagen del chico dormido en posición fetal en un patio de luces de un inmueble del barrio del Carmen nos persigue.

Se critica a quienes alquilan pisos en barrios emblemáticos a los nuevos visitantes, unos que no han llegado ni por la Fórmula Uno, la Copa América o los edificios de Calatrava. Se opina sobre los macro o micro botellones que organizan. Son jaraneros y ruidosos. Hay muchos. Son jóvenes, les queda mucha vida para recordar lo que hicieron, unos días un verano, en Valencia. Algunos serán científicos; otros, escritores, músicos, albañiles, comerciales o cualquiera de las cosas que les dejen ser. Han estado aquí. ¿Cómo recordarán esto? ¿Recomendarán a más gente que venga? ¿Volverán?

Sin leer “Entre limones” de Chris Stewart nunca habrías ido a las Alpujarras. Te motivaba más ir a Barcelona por Eduardo Mendoza o por David Leavitt que por las olimpiadas. Te preguntas cuántos de los que han venido a Valencia lo han hecho por Josh Rouse.

Búsquenlo. Es norteamericano y vive en Valencia desde hace casi una década. Dicen que se instaló aquí por amor a una valenciana. Muchas de las canciones que shazaneas, porque te llaman la atención, de la series “Doctor House” o “Anatomía de Grey”, son suyas. Ganó un Goya a la mejor canción original, una de la película “La gran familia española”. Tiene muchos discos. “The happiness waltz” debió componerlo aquí porque refleja lo que es un ser feliz, reivindica placeres sencillos, la tranquilidad de un café, el atractivo de lo cotidiano, el amor, el buen humor, la brisa marina. Tiene una canción que se llama Valencia en un album titulado “El Turista”.

Búsquenlo. Pregúntenle que tiene el Kas que le gusta tanto, a dónde va en bus, en qué zona de la calle Jesús vive. Dicen que va mucho a un bar de la calle Alcira que se llama Cracovia, bullicio cultural. Dicen que va a presentar un disco nuevo y que actuará en Madrid el 3 de septiembre antes de iniciar una gira de un mes por Estados Unidos. Hay quién lo ha encontrado después de un concierto en Matisse y le ha preguntado esas y otras cosas. Dicen que siempre contesta con una sonrisa.

Si lo encuentra alguien del ayuntamiento que le nombre hijo predilecto o algo así. ¿Cuántos vienen y vendrán a esta “quiet town” gracias a él?


Desde que despierta, a Lola le gusta inventarse vidas, las de otros o la suya propia. Inventa tantas y tan detalladas que no duerme mucho. Ha leido tantos libros y artículos de Muñoz Molina y de Elvira Lindo no le queda mucho que inventar sobre ellos. Está convencida de que podría ser su amiga, por lo que cuentan. También vive su propia vida, ahora probablemente la mejor de sus vidas posibles, incluyendo las inventadas.

18 agosto 2015

Colaboración Levante-Emv 11/8/2015 "Adiós Te Deum"

"Adiós Te Deum"

Llegó a esa edad en que algunos libros le eran prohibidos y precisamente por eso eran los que más le interesaban. En la librería, hecha a medida por el tío Ample, reposaban cuidadas ediciones en piel de Aguilar; Balzac, Faulkner, Blasco Ibañez, Proust, Fernández Flórez, Sthendal, los Goncourt, los Nobel, Colette Eran gruesas, en papel biblia e incómodas de leer. En un rincón, junto a otras del Círculo de Lectores, yacían abigarradas, novelitas de Giovannino Guareschi, las del cura Don Camilo y el alcalde comunista Peppone. Le entretenían esas sanas peleas del ángel y el diablo, del astuto y el zote, del sincero y el tramposo. Siempre ganaba el cura pero el honorable Peppone era tan bueno que seguramente iría al cielo.

Las jóvenes democracias del sur no tenemos bien resuelta la relación entre Iglesia y Estado. Sobre el papel, sí, pero a la hora de concretar, el tema se complica. No hay que remontarse a Jaume I ni ponernos historicistas pero después de muchos años de ayuntamientos democráticos solo una decisión de Rita Barberá llevó a la señera a entrar en la Catedral, con el Te Deum en el pack, el nueve de octubre.

La no entrada de la señera en la Catedral y el adiós al Te Deum es una decisión rápida, deseada, que no tiene coste económico y que nos devuelve a la normalidad. Se supo cuando el Cardenal Cañizares se entrevistó con el alcalde de Valencia. Éste manifestó que seguiría con el Te Deum , fuera de los actos oficiales, y se acabó el problema.

La eliminacion del Te Deum en la fiesta del país de los valencianos es sana y, por mucho empeño que le pongan, por mucha disputa que pretendan, por mucha división que quieran crear los defensores de una vinculación mayor entre religión e instituciones, se equivocan. Quienes, contra viento y marea persisten en la defensa demantener el Te Deum ejercen una “ética de los fines últimos” y esa siempre chirría. No se gana adeptos ni mayor comprensión en una causa  introduciendo un acto religioso de carácter obligatorio en una fiesta institucional y laica .

Debo agradecerle a Cañizares que me enviara una cuidada edición de la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco. Se dirije a toda la humanidad y no solo a los suyos, defiende la naturaleza como casa común, defiende el valor de la ciencia, loa a los activistas ecologistas, cita el amor ecosocial como la clave del desarrollo, critica la salvación de los bancos y defiende que se trate como refugiados a los que emigran de la miseria. En realidad, esa también es “ética de los fines últimos” pero suena mucho mejor. Sospecho que su difusión hace más por la humanidad que miles de cánticos.


Era una iglesia del sur de Sicilia. La mayoría de turistas se aprestaba a entrar solo por resguardarse del sol. A la entrada había un cesto lleno de pañuelos de colores, tamaños y texturas diversas. Un cartel aclaraba que las mujeres debían entrar con hombros y cabeza cubiertas. Milagrosamente los estragos del calor y el polvo desaparecían en una vorágine de trasparencias sabiamente dispuestas. Mujeres jugando a disfrazarse, ocultando trozos de piel sudada, rescatando el atractivo de una mirada que brotaba entre telas brillantes. Dos lugareños, sabiamente sentados, fumaban, señalaban y comentaban.

11 agosto 2015

Colaboración Levante-EMV 4/8/2015 "Aire fresco en el IVAM"

"Aire fresco en el IVAM"

La citó allí. Era domingo, amenazaba lluvia y la entrada al museo era gratuita. La cita era en la esquina en que colgaba el cuadro de las dos banderas imposibles. Estrellas y barras estaban colocadas dónde no tocaba. Buena ocasión para ver de cerca la obra de Jasper Johns. Elementos sencillos; banderas, mapas, números, letras, comunes para nosotros. Se nos presentan con cierta carga enigmática. El enigma es que no lo hay. Ella llegó puntual, como siempre, miró antes a Flag que a él.

Hay rutinas que se mantienen en el tiempo hasta que dejan de serlo. Con niñas pequeñas la ruta del teatro de la Beneficencia y los talleres del IVAM era una una sensata opción dominical. Crecen las niñas y se acaba la rutina, también el IVAM.

Hace unos días se dió una magnífica ocasión para regresar, la inauguración de la exposición de los Colectivos artísticos en Valencia bajo el franquismo 1964-1976. Estampa Popular, Equipo Crónica, Equipo Realidad, Antes del Arte, Grupo Bulto, Boix-Heras-Armengol, Grupo Escapulari-o, tebeos, libros, revistas, homenaje a intelectuales y críticos como Vicente Aguilera Cerni o Tomás Llorens, estaban todos. Había incluso un reconocimiento expreso a la Cartelera Turia que tantos ojos ha abierto durante tantos años. El día de la inauguración hacía un calor terrible, pese al aire acondicionado, pero se notaba que corría aire fresco. El hall, las escaleras y las diferentes salas estaban abarrotadas. La gente estaba contenta, se saludaba efusivamente. Emocionaba encontrarte a protagonistas de la exposición, familiares de aquellos que ya no están, mecenas que han conservado y prestado importante obra, responsables institucionales y propietarios de galerías. Transmitían ganas y voluntad de que volviera la brillantez, la seriedad y la calidad a la casa que les acogía.


Hubo una época en que nuestros más ilustres visitantes nos rogaban que les acompañáramos al IVAM. Era un orgullo ciudadano y un deber cívico hacerlo. Las más prestigiosas revistas, los más afamados intelectuales, tenían allí puesto su punto de mira y venían, escribían, hablaban de nuestro museo de arte moderno.

Parece que multimillonarios coleccionistas han emprendido una carrera para encargar a arquitectos estrella el diseño de museos privados que acojan sus colecciones. Prada, François Pinault, la mujer de Abramovich, Eli Broad, Mera y Don Rubell, Louis Vuitton, y otros muchos ya tienen los suyos. El lema de uno de ellos era tener, conservar, compartir. Tiene sentido. ¿De qué sirve tener si no se conserva?, ¿de qué sirve tener si no se comparte?. Tener, tenemos. Parece que el IVAM posee 11.322 obras y eso es tanto como decir que las poseemos todos. Vivimos en una ciudad que no anda muy sobrada de mecenas. Los hay, incluso alguno lo es de muchas cosas, pero para volver a tener un gran museo de arte moderno que sea referencia en toda España , como lo fue, solo le falta amigos al IVAM.


Volvió sobre sus pasos y miró fíjamente el cartel blanco. Sacó el móvil y lo fotografió. Dijo que el martes tenían que ir a esa fiesta popular. Habría música, aperitivo con canciones populares, fanfarria ambulante y concierto de rock. Él le contestó que sí, aunque se podían saltar las canciones populares yiddish. Será en la plaza de la Comunne del barrio Butte aux Cailles, su nuevo barrio favorito de París.

04 agosto 2015

Colaboración Levante-EMV 28/7/2015 "Listas y abuelos"

"Lista y abuelos"

En verano no se duerme bien y muchos madrugan. Los festivos de verano, los quioscos y los hornos reciben, a primera hora, a abuelos insomnes. Ese sábado agotaron los periódicos. Nerviosos buscaban, con la ayuda de las gafas de vista, en la lista de letra diminuta, la carrera en que habían admitido a sus nietas o nietos. Alguno no entendía bien esas carreras tan raras. Hacían  amago de coger el móvil y anunciar la buena nueva. Desistían al dudar si era "buena" o si era "nueva". Los iban a ver empezar una carrera. Deseaban verlos acabar.

Eso de Universidad es palabra mayor. Está revestida de un halo de altura, dignidad, superioridad, clarividencia. La idealizamos. Si hay solución, de ahí saldrá. Sorprende que personas que han hecho cosas muy relevantes en sus vidas, merecedoras de reconocimiento, si son profesores de universidad, aunque sea asociados, eso es lo que quieren destacar. Profesores y de universidad, ahí es nada.

Las hormonas dejan de pelear, se han atemperado algo. Son mayores y lo saben. Les recuerdan muchas veces que su edad otros habían hecho esto o lo otro. Son universitarias y universitarios. En realidad más ellas, son las que llenan las aulas, sacan las mejores notas, las que en mayor número se quedan allí a hacer carrera, las mejores opositoras, las luchadoras. Un afamado neurólogo, ha dicho en algún sitio, que nuestro cerebro ha ido evolucionando con el tiempo, que somos más listos que nuestros antepasados. Lo que no dice es que el cerebro femenino es el que se ha disparado, el que está aportando lo mejor de este mundo.

A los que estudiamos en alguno de los edificios de Blasco Ibañez o paseo Valencia al mar, nos empequeñece recorrer Tarongers. Creímos estudiar en centros de máxima calidad, con bibliotecas estupendas, ujieres cariñosos y bares acogedores.

La Universidad de Valencia y la Politécnica, en la época pre-Barberá, ocuparon grandes espacios de la ciudad. Generalitat y Ayuntamiento apostaron por el conocimiento y las universidades han cumplido, están cumpliendo. Tienen prestigio, ofertan los estudios más codiciados y modernos, mantienen la calidad de su enseñanza en tiempos de crisis. Hay wifi en el campus, cuentas de correo para los estudiantes, muchos servicios extra curriculares. No hay universidad privada que pueda competir con nuestras universidades públicas. Saben que se limitan a complementar, a ofertar, al excluido de la titulación deseada, otra opción, la que no es pública.

A más paro, más universidad. A menos trabajo, más formación. A más exclusión, más becas. A más dificultades, tasas más bajas. Duele ver que baja el número de alumnos y sube el precio de las tasas. A ver si se arregla.


No llegaron los primeros ni los últimos. En el apartamento del cuarto piso sin ascensor no había televisión. Bajaron inquietos, de madrugada, al bar Madrigal. Costaba creer que alguien estuvieran pisando la misma luna que ellos veían desde la calle. Alguien dijo algo del año 2000. Le acarició el pelo y le susurró que para entonces él tendría cuarenta años y sería el primero de la familia en ser universitario. "Yo ya me habré muerto", le dijo con media sonrisa. Erró la profecía. Salvo una leve cojera, ahí sigue. Ese hombre le ha iluminado siempre y todo se lo debe. Nunca se lo ha dicho bastante.

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