Colaboración Levante-EMV 13/12/2016 "Las botellitas de las narices"
“Las botellitas de las
narices"
Se
tiene por un ser pacífico. Le empujan por la calle y pide perdón. En los
comercios hace cola aún siendo el único cliente. Espera a que los dependientes
tomen la iniciativa. Odia la violencia. Lo soporta todo menos los ruidos
rítmicos. Le enervan. Se esfuerza en que no se le note. Desde hace semanas es
otro. Ve niños o niñas con botellitas de agua por todas partes. Infantes que
aprovechan cualquier superficie lisa para intentar, con un giro de muñeca, que
las botellas caigan de pie. Una y otra vez. Hasta el infinito y más allá. Está
enloqueciendo.
Hace algunos años,
dos otorrinolaringólogos, Pawel y Margaret Jastreboff, acuñaron el término
“misofonía” para definir un trastorno siquiátrico que consiste en la falta de
tolerancia a los sonidos cotidianos. Son los que producen las personas al
comer, sorber, toser o masticar. También los repetitivos, producidos al
utilizar ciertos objetos. Los impulsores del término indican que los
“misofónicos” sufren ansiedad y conductas agresivas. La enfermedad no la
reconocen todos los siquiatras pero no vamos a entrar en disquisiciones
teóricas. Innegable es que esos ruidos son molestísimos y que, conscientes o
no, nuestros gobernantes municipales los tienen en cuenta, o los deberían
tener, a la hora de mejorar la ciudad.
El ayuntamiento ha
instalado ocho bancos y tres maceteros en la, otrora tranquila, plaza de
Nápoles y Sicilia. Su única función es poner coto al uso masivo que de ella
hacían los patinadores o skaters, impidiéndoles subir y bajar los escalones de
la propia plaza. Las policía custodia una quincena de tablas decomisadas. Se
nos transmite que es por la seguridad de los peatones para ocultar el motivo
real; el incremento de misófonos entre los vecinos de la zona. El triquitraque
de las dichosas tablitas a cualquier hora del día o de la noche empezaba a
causar estragos. Almoina y la Plaza de la Virgen esperan su turno.
Otra victoria
cívica que no puede pasar desapercibida es la que ha supuesto la retirada de
los badenes en la carretera que va entre el Perellonet y Les Palmeres. Hubo
muchas protestas para forzar su exclusión. Se justificaba en que los vehículos
invadían el carril bici y el arcén para evitarlos, creando situaciones de
peligro. Pese a quien le pese, se quitan por el maldito estruendo rítmico que
producían. Los coches los evitaban para eludir el ruidito frenético que les
invadía y los vecinos no soportaban el ruido de los coches que no los
sorteaban.
El nuevo frente que
tiene el ayuntamiento contra el ruido
es el de las botellitas de las narices que lanzan obsesivamente los
adolescentes valencianos. Es una plaga. O acaban con ella o va a pasar algo
gordo.
Ella convive con sus contradicciones, como todos. No le gusta hablar en
el cine. No tolera un susurro. Nunca lee una sinopsis para saber de qué van las
películas. Hay un actor que le gusta mucho. Uno que estaba muy enfermo en
“Anatomía de Grey” y que se enamoró de la médico rubia. En la séptima temporada
de “The good Wife” es el investigador Jason, el que seduce a Alicia Florrick.
No le importa no saber cómo se llama. Se abstrae viendo series. No le molestan
los golpes de las botellitas de las narices. ¿Será Jeffrey Dean Morgan?
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