20 diciembre 2016

Colaboración Levante-EMV 13/12/2016 "Las botellitas de las narices"

“Las botellitas de las narices"

Se tiene por un ser pacífico. Le empujan por la calle y pide perdón. En los comercios hace cola aún siendo el único cliente. Espera a que los dependientes tomen la iniciativa. Odia la violencia. Lo soporta todo menos los ruidos rítmicos. Le enervan. Se esfuerza en que no se le note. Desde hace semanas es otro. Ve niños o niñas con botellitas de agua por todas partes. Infantes que aprovechan cualquier superficie lisa para intentar, con un giro de muñeca, que las botellas caigan de pie. Una y otra vez. Hasta el infinito y más allá. Está enloqueciendo.

Hace algunos años, dos otorrinolaringólogos, Pawel y Margaret Jastreboff, acuñaron el término “misofonía” para definir un trastorno siquiátrico que consiste en la falta de tolerancia a los sonidos cotidianos. Son los que producen las personas al comer, sorber, toser o masticar. También los repetitivos, producidos al utilizar ciertos objetos. Los impulsores del término indican que los “misofónicos” sufren ansiedad y conductas agresivas. La enfermedad no la reconocen todos los siquiatras pero no vamos a entrar en disquisiciones teóricas. Innegable es que esos ruidos son molestísimos y que, conscientes o no, nuestros gobernantes municipales los tienen en cuenta, o los deberían tener, a la hora de mejorar la ciudad.

El ayuntamiento ha instalado ocho bancos y tres maceteros en la, otrora tranquila, plaza de Nápoles y Sicilia. Su única función es poner coto al uso masivo que de ella hacían los patinadores o skaters, impidiéndoles subir y bajar los escalones de la propia plaza. Las policía custodia una quincena de tablas decomisadas. Se nos transmite que es por la seguridad de los peatones para ocultar el motivo real; el incremento de misófonos entre los vecinos de la zona. El triquitraque de las dichosas tablitas a cualquier hora del día o de la noche empezaba a causar estragos. Almoina y la Plaza de la Virgen esperan su turno.

Otra victoria cívica que no puede pasar desapercibida es la que ha supuesto la retirada de los badenes en la carretera que va entre el Perellonet y Les Palmeres. Hubo muchas protestas para forzar su exclusión. Se justificaba en que los vehículos invadían el carril bici y el arcén para evitarlos, creando situaciones de peligro. Pese a quien le pese, se quitan por el maldito estruendo rítmico que producían. Los coches los evitaban para eludir el ruidito frenético que les invadía y los vecinos no soportaban el ruido de los coches que no los sorteaban.

El nuevo frente que tiene el ayuntamiento contra el ruido  es el de las botellitas de las narices que lanzan obsesivamente los adolescentes valencianos. Es una plaga. O acaban con ella o va a pasar algo gordo.


Ella convive con sus contradicciones, como todos. No le gusta hablar en el cine. No tolera un susurro. Nunca lee una sinopsis para saber de qué van las películas. Hay un actor que le gusta mucho. Uno que estaba muy enfermo en “Anatomía de Grey” y que se enamoró de la médico rubia. En la séptima temporada de “The good Wife” es el investigador Jason, el que seduce a Alicia Florrick. No le importa no saber cómo se llama. Se abstrae viendo series. No le molestan los golpes de las botellitas de las narices. ¿Será Jeffrey Dean Morgan?

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