28 julio 2015

Colaboración Levante-EMV 21/7/2015 "Es julio, hace calor"

"Es julio, hace calor"

No le compensa mantener la discusión sobre si ventana abierta o cerrada; aire acondicionado o ventilador. Dormir es una quimera. En su entorno hay quienes sostienen que hace más calor que nunca, otros que hace tanto calor como siempre. Es julio. Recuerda, insistente, que de pequeño le obligaban a ir al cine de verano con sueter y no le sobraba. Estaba más pesado que nunca con el calor.

El calor altera las neuronas, también las de las ciudades. En verano emergen historias, proyectos o situaciones que en invierno nos parecerían disparatadas. Publican encuestas que revelan que los extranjeros se quejan de que Valencia huele mal y que hay carteristas. No son cruceristas, son una horda de Jean-Baptistes Grenouille de sensibles pituitarias que huelen lo que olemos los demás aunque nos hayamos acostumbrado. Dos veces subes al mismo taxi que  empezará a creer en el nuevo gobierno municipal el día que quite las flores del puente de ese nombre. Un señor muy serio te comenta el proyecto de crear una escuela de grafitis para gente mayor, tal como al parecer hay en Lisboa. Las ventanas abiertas no frenan las voces agresivas, algún grito desgarrado, carreras y frenazos repentinos.

En esas llega la noche que nos saca a la calle. Cualquier plaza del centro histórico que se precie tiene su espectáculo. Cabalgata, danzas, teatro, música de todos los palos, acrobacias, malabares, monólogos, tradición, modernidad, nostalgia, castillos y fuegos. Hasta hubo sitio para el gran Emilio Solo.  El año que viene será diferente, se verá otra impronta, pero la fiesta seguirá.

Aún quedarán mazorcas, sonará jazz, se abrirán las plazas a las pantallas de cine, las norias seguirán girando, Viveros trasnochará. En julio Valencia se abre.
Nos gusta tomar la calle, saber que somos sus dueños, aunque sea una noche o una semana en fallas. La ciudad es más pueblo esos días, volvemos a andar despacio, nos fijamos en los detalles de las fachadas, nos podemos parar sin que pase nada.

La locura del calor inunda las terrazas, sube el tono de las conversaciones y se mezcla con el sonido de los televisores de los pisos más bajos. Los que salen a fumar a los balcones en calzoncillos y camiseta bostezan sin parar y se rascan. Hay calles, en nuestros barrios más queridos, en que las sillas ocupan la calzada. Los niños juegan a mojarse y los mayores les rien las gracias. Nos quejamos del calor pero la ciudad ya ha cambiado. No falta mucho para que se pueda aparcar en cualquier lado, que busquemos refugio en tiendas y comercios para refrescarnos. Algunos de nuestros restaurantes favoritos se despedirán hasta dentro de una buena temporada. El ocio se traslada a otros sitios que ya no identificamos. Una rata sale del imbornal y mira desafiante a los viandantes que zapatean para asustarla.


Desea tanto las vacaciones que hace listas de cosas que se tiene que llevar. La mayoría no las usará pero sin ellas sabe que se sentirá extraño. La máxima de llevar la mitad de equipaje y el doble de dinero nunca la podía cumplir. Desde hace más de un lustro arrastra, a destinos variados, los dos tomos del Hombre sin atributos de Musil que editó Seix Barral. Vuelven tal como marcharon. Lo sensato es dejarlos donde están. Pesan mucho.

21 julio 2015

Colaboración Levante-EMV 14/7/2015 "Es la Fe"

"Es la Fe"

Estaba lejos de Valencia. Era ese día en que anualmente vuelve a empezar todo. No hay periódicos y los bares, si abren, solo lo hacen a la hora del aperitivo. Entre cefalea y cefalea, concierto desde Viena y concurso de saltos de esquí, las noticias no salían de un bucle de anécdotas. La reconoció inmediatamente. Tenía los labios hinchados, el pelo recién peinado no podía ocultar su suciedad y parecía agotada. Sanitarios la rodeaban mirando al bebé.Llevaban en la pechera el anagrama de la Fe. La primera niña que había nacido ese año en España lo había hecho en ese hospital a las 12´03 horas.

Cada vez que oigo lo de la Nueva o Vieja Fe me pasa lo mismo que cuando oigo lo de la vieja o nueva política. Alguien está confundiendo a alguien, la Fe es siempre la misma Fe, igual que la política es siempre la misma política. Ni la esperanza, ni el deseo, ni la tristeza, ni el amor, ni el sueño, ni el color azul son nuevos o viejos. Son lo que han sido.

Los Hospitales resisten bien el paso del tiempo, si se invierte en su mantenimiento, adaptan sus instalaciones a los nuevos artilugios que requiere la ciencia médica, tienen personal amable y capaz, y sobretodo, atraen a los mejores profesionales de cada especialidad. La confianza es la clave de su éxito.

Me encanta el Hospital General, aunque en casa le sigamos llamando Hospital Provincial. Tiene un aire decadente, de antiguo balneario o de instalación de reposo. Alberga excelentes profesionales que te asisten al nacer o morir en las mismas condiciones que en cualquier otro centro médico de postín. Tienen de todo. Es mi hospital de referencia.


En Malilla se reservó suelo público destinado a hospital. Eran tiempos en que se preveía un incremento de la población de Valencia y de los municipios del sur. Nunca se explicó bien la necesidad de derribar un gran hospital como La Fe para invertir una cantidad disparatada de dinero para hacer un macro hospital que lo sustituyera. Se empezó a intuir cuando en la primigenia instalación se dejó de invertir en aire acondicionado, pintura, mejoras... Resulta un tanto obsceno recordar la inauguración en que un Conseller, de triste recuerdo, no hacía más que hablar de habitaciones individuales o de pantallas de plasma. Parece que la instalación solo se justificaba en la necesidad de adjudicar obras.

La Consellera del cambio ha mandado parar la demolición, ha frenado la caída de las piezas de dominó. Ya no se va a derribar para trasladar otro, que a su vez iba a ser derribado para construir otro, y así sucesivamente, con riesgo de que llegaran a mi querido Hospital General.


Quienes salían a fumar a la puerta del hospital se parecían entre sí. Por una extraña razón, fumando, los excitados intentaban apaciguarse, los aburridos motivarse, los somnolientos despejarse y los insomnes coger sueño. Todos atrapados por esa droga. Entre ellos había uno que llevaba una edición de bolsillo de la "Conjura de los necios". Le cayó bien, el divertido libro de las andanzas de Ignatius J. Reilly era el que más había recomendado en su vida.  Lo volvió a ver al día siguiente. Atendía aturullado a una pareja de elegantes señores junto a un coche fúnebre.

14 julio 2015

Colaboración Levante-EMV 7/7/2015 "Plaza y perdón"

"Plaza y perdón"

La noche anterior no durmió bien. Conocía la rutina del día. Temprano empezaría la cadena de llamadas, azuzando a los más remolones. La cita era en la plaza, como cada día tres. Para muchos todo eso no tenía sentido, eran los convencidos de que no se podía dar marcha atrás en el tiempo y evitar el accidente, de que nadie podría devolverles la vida a sus seres queridos, de que nunca se podría evitar las lesiones y el pánico que acompañaría siempre a los heridos. Ella también dudaba de sí misma, de su propia voluntad, del sentido de sus actos pero  sentía que hacía lo correcto. Cogió la camiseta y la pancarta y subió en el taxi que la llevaría a la plaza, como otras muchas veces.

Ya no va a haber más concentraciones en la Plaza de la Virgen en recuerdo de las víctimas del accidente de metro y en exigencia de responsabilidades. Hay un compromiso del parlamento valenciano de investigar lo sucedido, con todas sus aristas y, si se diera el caso, exigir responsabilidades si se derivan de la investigación. Es lo que querían las víctimas y es el compromiso que asumieron cuatro fuerzas políticas que hoy tienen una potente representación.

No hace mucho recordaba alguien la incredulidad de los pasajeros más acomodados del Titanic que, cuando el barco ya se iba a pique, se negaban a admitir que eso estuviera pasando. Tenían interiorizada la idea de que una catástrofe así era “imposible” y, aún más, que les ocurriera a ellos. Es así. Las desgracias ocurren pero siempre a otros. Muchos de los que las han vivido tangencialmente, cierran ventanas mentales, huyen del trágico recuerdo. Otros convierten la causa en su razón de vivir. No ha pasado eso con las familias de víctimas del accidente de metro de Valencia. Asumieron la desgracia, sufrieron el duelo pero no conseguían sobrepasarlo porque sentían que se les mentía, se les despreciaba, se les utilizaba, se les ocultaba, se les invisibilizaba, se les vilipendiaba. No les permitían respirar hondo, asumir su dolor y mirar más allá.

Solo el tiempo nos dará la auténtica dimensión del valor de la lucha de la Asociación de Víctimas 3J. Tanto tiempo, tantas concentraciones, tanta soledad. En una entrevista Gamoneda comentó que su última pasión era la indiferencia. Tristemente hay que recordar que la sociedad valenciana fue indiferente a ese sufrimiento, que volvía la cara a la búsqueda de la verdad, que miraba a otro lado.

Las instituciones renovadas han pedido perdón a las víctimas por su abandono. Ese perdón lo tenemos que pedir todos y cada uno de nosotros, conscientes de que el único perdón  que vale la pena pedir es el que perdona lo imperdonable. Les fallamos.


Estaban en el jardincito que hay enfrente de la estación de Joaquin Sorolla. Habían colocado las flores en el lugar que coincide exactamente con el punto subterráneo en que, hace mucho, ocurrió todo lo malo. Él era otro, muy diferente al de nueve años atrás. Sostenía en brazos a su nieto de pocas semanas. El pequeño lucía la camiseta de los puntos negros y ocres que recordaban a fallecidos y heridos. Ese niño le daba sentido a tanto sufrimiento. Hacer lo correcto siempre vale la pena. Sonrió y le dio un beso en la nuca.

07 julio 2015

Colaboración Levante-EMV 30/6/2015 "Valencia en Bodas"

"Valencia en bodas"

La novia alta no sabía llevar el ramo. En la cola de las bodas de la Ciudad de la Justicia no había mucho color ese día y tenía prisa. Casi siempre se quedaba un rato para intentar entender qué lleva a la gente a casarse o reafirmarse en la existencia de muy diferentes conceptos de lo elegante. Cuando ya se retiraba, llegó una novia muy guapa que llamó su atención. Era pequeñita, con melenita parisina y labios carmín. Se parecía a Inez, la novia de Houellebeq. Esperó un rato hasta que llegara el novio. Éste, como aquél, tampoco la merecía.

La gente se casa en Valencia. Ni mucho más ni mucho menos que en otros sitios; pero se casa. Parece que el porcentaje de sexagenarios que se casa en segundas nupcias se ha incrementado un 35% desde 2007, vaya usted a saber por qué, aunque podría ser por algo relacionado con lo que  escribió Gil de Biedma, eso de que “la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”.

La oferta de lugares para celebrar bodas valencianas es diversa, plural y atractiva. Las religiosas tienen sus propios lugares de “culto”. Hay quienes se empecinan en el Santo Cáliz aunque haga años que no hayan pisado una iglesia, otros son más de San Juan y San Vicente,  los hay devotos de San Juan del Hospital, Santa Catalina o San Agustín. Ya no soportan largas listas de espera y su número ha caido casi un 50% en los últimos años. Admitiendo solo heterosexuales y no divorciados, limitan mucho sus potenciales clientes, pero ellos sabrán.

La Ciudad de la Justicia es otra opción; más fría. Se oficia en tiempo récord, gran ventaja para los mirones ya que caben muchas en una mañana, con sus contrayentes diversos. Chico con chica, chica con chica, chico con chico, con cruces de edades inimaginables y combinaciones de razas, colores y nacionalidades, que son todo un espectáculo visual. El personal de la contrata de seguridad de las instalaciones es amable, facilita la tarea del inevitable selfie y hace que las esperas sean de lo más digno.

El lugar estrella es el palacete de los Jardines de Monforte que depende del Ayuntamiento. Más solemne, elegante y atractivo. Son bodas en las que según quien sea el concejal de turno oficiante serán más o menos intensas, emotivas o divertidas. Esos jardines tienen su carga enigmática. Hay dos leones que, por pequeños, no acabaron en el Congreso de los Diputados, también una intrigante escultura de Dafnis y Cloe, oda al amor adolescente. Vale la pena ir, aunque sea a ver bodas de desconocidos. A veces lo agradecen, algunos están muy solos.


Una tarde de domingo, pasando canales de la TDT, apareció una novia que llevaba sujeto el traje, por detrás, con pinzas de salvar baterías de coche. Se enganchó al programa aunque las historias eran siempre muy parecidas, algo así como las notas de Josep Plá recientemente editadas. Las  novias querían algo sencillo, sentirse como princesas y estar sexis. Casi nunca elegían un traje que les gustara a los padres, se probaban otros muchos y, al final, volvía la primera opción sabiamente modificada por el estilista. Solía ser un velo dejado caer. Los padres lloraban de alegría. Parece que lo han retirado de la parrilla.

06 julio 2015

Réplica socialista Manolo Mata debate accidente metro Valencia

Intervención del Socialista Manolo Mata en pleno víctimas accidente del...

Firefox
coches usados
coches usados