Colaboración Levante-EMV 25/8/2015 "Oreo de frutas, verduras, carne y pescado"
"Oreo de frutas, verduras, carne y pescado"
Fue el día en
que ella le enseñó la palabra “chascar”. No
habían comprado nunca en Amazon. En vacaciones se arriesga más, se
pierde el miedo. Se lanzaron. Él había
dejado la Coca-Cola y estaba decidido a llevar una vida más
sana. Ella, escéptica con el propósito,
hizo la primera prueba de la flamante licuadora Petra FG 20.07. Engullía
manzanas, zanahorias y apio a velocidad de vértigo,
extraía todo su jugo y eliminaba residuos como polícromas
cagarrutas. La pócima anticolesterol estaba lista.
Desde que el mercado de
Convento Jerusalén pasó a una planta baja, hace casi una veintena de años, no
hemos vuelto a ver puestos al aire libre de frutas, verduras, carne o pescado,
en el centro de Valencia. La modernidad, la higiene, los hábitos de consumo, la
estricta normativa europea, la incomodidad de los vendedores, o todo junto,
acabaron con los puestos que diariamente
ocupaban algunas de nuestras calles.
En la Avenue d´Italie, en
París, hay un mercado que se instala todos los días de la semana. Linda casi
con el emergente chinatown parisino y con el moderno barrio de Butte aux
Cailles. Un paseo por Gobelins, Place St. Médard y Mouffetard te lleva hasta el
Marais. Todos los puestos tienen un toldo del mismo color, las tablillas de los
precios son todas iguales, incluso la letra en la que se escribe el origen del
producto y el precio parecen escritos por la misma mano. Saltas de las
aceitunas a los quesos, de las cerezas turcas al gengibre, de los calamares a
las salchichas. A última hora los vendedores son más insistentes, quieren
volver de vacío pero con euros en el bolsillo y airean ofertas. Si pasas más de
un día y les compras, te reconocen, recuerdan tus gustos y te ofrecen probar su
mercancía. La vida se enlentece, el reloj deja de tener importancia.
Tenemos magníficos mercados
cubiertos, Central, Cabanyal, Ruzafa, Convento, Valvanera, Rojas Clemente,
Mosén Sorell, Algirós, Grao, Benimaclet, Jesús, Nazaret, San Pedro Nolasco,
Torrefiel y los que se me olvidan, pero no tenemos mercados al aire libre que
destaquen.
Igual nos pasamos de sensatos
pero con la calidad de nuestras frutas y verduras, nuestros embutidos, nuestros
quesos, nuestros fiambres no se entiende como no los enseñamos más, que nos los
prueben más, que gocemos más. En esta absurda época en que llenamos la nevera
de productos perecederos etiquetados con origen China, Perú, Chile o de cualquier
otro país lejano, tienen que orearse en la calle nuestras coles, ajos, lechugas,
cacahuetes o aceitunas.
París, Londres, Praga, y otras
muchas ciudades que no destacan por su producción agrícola, albergan mercados
diarios o semanales en casi todos sus barrios. El semanal de León es en su plaza
Mayor. Hay quien los visita solo para olerlos, pisarlos y disfrutar de su colorido.
No perdonan una siesta. Inma y Rafa han pasado las crisis
del primer año, del tercero, del séptimo y del vigésimoprimero. Al volver del cine
se cogen de la mano. Las niñas llevan sus propias vidas. Tienen suerte, son de las que
cuentan muchas cosas. Prestan mucha atención a sus efímeros dramas y duraderos
momentos alegres. Madrugan mucho y los sábados van temprano al mercado
de Ruzafa. Huelen, tocan, miran y compran lo que necesitan. Vuelven cogidos de
la mano.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio