Colaboración Levante-Emv 11/8/2015 "Adiós Te Deum"
"Adiós Te Deum"
Llegó a esa edad en que algunos libros le eran prohibidos y
precisamente por eso eran los que más le interesaban. En la librería, hecha a medida
por el tío “Ample”, reposaban cuidadas ediciones en piel de Aguilar; Balzac, Faulkner,
Blasco Ibañez, Proust, Fernández Flórez, Sthendal, los Goncourt, los Nobel, Colette… Eran gruesas, en
papel biblia e incómodas de leer. En un rincón, junto a otras del Círculo de Lectores, yacían abigarradas, novelitas de Giovannino Guareschi, las del cura
Don Camilo y el alcalde comunista Peppone. Le entretenían esas sanas
peleas del ángel y el diablo, del astuto y el zote, del sincero y el
tramposo. Siempre ganaba el cura pero el honorable Peppone era tan bueno que
seguramente iría al cielo.
Las jóvenes
democracias del sur no tenemos bien resuelta la relación entre Iglesia y
Estado. Sobre el papel, sí,
pero a la hora de concretar, el tema se complica. No hay que remontarse a Jaume
I ni ponernos historicistas pero después de muchos años de ayuntamientos democráticos solo una decisión de Rita Barberá llevó a la
señera a
entrar en la Catedral, con el Te Deum en el pack, el nueve de octubre.
La no entrada de la señera en la
Catedral y el adiós al Te Deum es una decisión rápida, deseada, que no tiene
coste económico y que nos devuelve a la normalidad. Se supo cuando el Cardenal
Cañizares se entrevistó con el alcalde de Valencia. Éste manifestó que seguiría
con el Te Deum , fuera de los actos oficiales, y se acabó el problema.
La eliminacion del Te Deum en la
fiesta del país de los valencianos es sana y, por mucho empeño que le pongan,
por mucha disputa que pretendan, por mucha división que quieran crear los
defensores de una vinculación mayor entre religión e instituciones, se
equivocan. Quienes, contra viento y marea persisten en la defensa demantener el
Te Deum ejercen una “ética de los fines últimos” y esa siempre chirría. No se
gana adeptos ni mayor comprensión en una causa introduciendo un acto religioso de carácter obligatorio en
una fiesta institucional y laica .
Debo agradecerle a Cañizares que me
enviara una cuidada edición de la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco. Se
dirije a toda la humanidad y no solo a los suyos, defiende la naturaleza como
casa común, defiende el valor de la ciencia, loa a los activistas ecologistas,
cita el amor ecosocial como la clave del desarrollo, critica la salvación de
los bancos y defiende que se trate como refugiados a los que emigran de la
miseria. En realidad, esa también es “ética de los fines últimos” pero suena
mucho mejor. Sospecho que su difusión hace más por la humanidad que miles de
cánticos.
Era
una iglesia del sur de Sicilia. La mayoría
de turistas se aprestaba a entrar solo por resguardarse del sol. A la entrada
había un cesto lleno de
pañuelos de colores,
tamaños y texturas
diversas. Un cartel aclaraba que las mujeres debían entrar con hombros y cabeza
cubiertas. Milagrosamente los estragos del calor y el polvo desaparecían en una vorágine de trasparencias sabiamente
dispuestas. Mujeres jugando a disfrazarse, ocultando trozos de piel sudada, rescatando
el atractivo de una mirada que brotaba entre telas brillantes. Dos lugareños, sabiamente sentados, fumaban, señalaban y comentaban.
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