Colaboración Levante-EMV 28/7/2015 "Listas y abuelos"
"Lista
y abuelos"
En verano no se duerme bien y muchos madrugan. Los festivos de
verano, los quioscos y los hornos reciben, a primera hora, a abuelos insomnes.
Ese sábado agotaron los periódicos. Nerviosos
buscaban, con la ayuda de las gafas de vista, en la lista de letra diminuta, la
carrera en que habían admitido a sus nietas o nietos. Alguno no entendía
bien esas carreras tan raras. Hacían amago de coger el móvil y
anunciar la buena nueva. Desistían al dudar si era
"buena" o si era "nueva". Los iban a ver empezar una
carrera. Deseaban verlos acabar.
Eso de Universidad es palabra mayor. Está revestida de un halo de
altura, dignidad, superioridad, clarividencia. La idealizamos. Si hay solución, de
ahí saldrá.
Sorprende que personas que han hecho cosas muy relevantes en sus vidas,
merecedoras de reconocimiento, si son profesores de universidad, aunque sea
asociados, eso es lo que quieren destacar. Profesores y de universidad, ahí es nada.
Las hormonas dejan de pelear, se han atemperado algo. Son
mayores y lo saben. Les recuerdan muchas veces que su edad otros habían
hecho esto o lo otro. Son universitarias y universitarios. En realidad más
ellas, son las que llenan las aulas, sacan las mejores notas, las que en mayor
número se quedan allí a hacer carrera, las mejores opositoras, las luchadoras. Un
afamado neurólogo, ha dicho en algún sitio, que nuestro
cerebro ha ido evolucionando con el tiempo, que somos más
listos que nuestros antepasados. Lo que no dice es que el cerebro femenino es
el que se ha disparado, el que está aportando lo mejor de este mundo.
A los que estudiamos en alguno de los edificios de Blasco Ibañez o
paseo Valencia al mar, nos empequeñece recorrer Tarongers.
Creímos estudiar en centros de máxima calidad, con
bibliotecas estupendas, ujieres cariñosos y bares
acogedores.
La Universidad de Valencia y la Politécnica,
en la época pre-Barberá, ocuparon grandes espacios de la ciudad. Generalitat y
Ayuntamiento apostaron por el conocimiento y las universidades han cumplido,
están cumpliendo. Tienen prestigio, ofertan los estudios más
codiciados y modernos, mantienen la calidad de su enseñanza
en tiempos de crisis. Hay wifi en el campus, cuentas de correo para los
estudiantes, muchos servicios extra curriculares. No hay universidad privada
que pueda competir con nuestras universidades públicas. Saben que se
limitan a complementar, a ofertar, al excluido de la titulación
deseada, otra opción, la que no es pública.
A más paro, más universidad. A menos trabajo, más formación. A
más exclusión, más becas. A más dificultades, tasas más bajas. Duele ver que
baja el número de alumnos y sube el precio de las tasas. A ver si se
arregla.
No
llegaron los primeros ni los últimos.
En el apartamento del cuarto piso sin ascensor no había televisión. Bajaron inquietos, de
madrugada, al bar Madrigal. Costaba creer que alguien estuvieran pisando la
misma luna que ellos veían
desde la calle. Alguien dijo algo del año
2000. Le acarició el pelo y le susurró que
para entonces él tendría cuarenta años y sería el primero de la familia en
ser universitario. "Yo ya me habré muerto", le
dijo con media sonrisa. Erró la profecía. Salvo una leve cojera, ahí sigue.
Ese hombre le ha iluminado siempre y todo se lo debe. Nunca se lo ha dicho
bastante.
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