04 agosto 2015

Colaboración Levante-EMV 28/7/2015 "Listas y abuelos"

"Lista y abuelos"

En verano no se duerme bien y muchos madrugan. Los festivos de verano, los quioscos y los hornos reciben, a primera hora, a abuelos insomnes. Ese sábado agotaron los periódicos. Nerviosos buscaban, con la ayuda de las gafas de vista, en la lista de letra diminuta, la carrera en que habían admitido a sus nietas o nietos. Alguno no entendía bien esas carreras tan raras. Hacían  amago de coger el móvil y anunciar la buena nueva. Desistían al dudar si era "buena" o si era "nueva". Los iban a ver empezar una carrera. Deseaban verlos acabar.

Eso de Universidad es palabra mayor. Está revestida de un halo de altura, dignidad, superioridad, clarividencia. La idealizamos. Si hay solución, de ahí saldrá. Sorprende que personas que han hecho cosas muy relevantes en sus vidas, merecedoras de reconocimiento, si son profesores de universidad, aunque sea asociados, eso es lo que quieren destacar. Profesores y de universidad, ahí es nada.

Las hormonas dejan de pelear, se han atemperado algo. Son mayores y lo saben. Les recuerdan muchas veces que su edad otros habían hecho esto o lo otro. Son universitarias y universitarios. En realidad más ellas, son las que llenan las aulas, sacan las mejores notas, las que en mayor número se quedan allí a hacer carrera, las mejores opositoras, las luchadoras. Un afamado neurólogo, ha dicho en algún sitio, que nuestro cerebro ha ido evolucionando con el tiempo, que somos más listos que nuestros antepasados. Lo que no dice es que el cerebro femenino es el que se ha disparado, el que está aportando lo mejor de este mundo.

A los que estudiamos en alguno de los edificios de Blasco Ibañez o paseo Valencia al mar, nos empequeñece recorrer Tarongers. Creímos estudiar en centros de máxima calidad, con bibliotecas estupendas, ujieres cariñosos y bares acogedores.

La Universidad de Valencia y la Politécnica, en la época pre-Barberá, ocuparon grandes espacios de la ciudad. Generalitat y Ayuntamiento apostaron por el conocimiento y las universidades han cumplido, están cumpliendo. Tienen prestigio, ofertan los estudios más codiciados y modernos, mantienen la calidad de su enseñanza en tiempos de crisis. Hay wifi en el campus, cuentas de correo para los estudiantes, muchos servicios extra curriculares. No hay universidad privada que pueda competir con nuestras universidades públicas. Saben que se limitan a complementar, a ofertar, al excluido de la titulación deseada, otra opción, la que no es pública.

A más paro, más universidad. A menos trabajo, más formación. A más exclusión, más becas. A más dificultades, tasas más bajas. Duele ver que baja el número de alumnos y sube el precio de las tasas. A ver si se arregla.


No llegaron los primeros ni los últimos. En el apartamento del cuarto piso sin ascensor no había televisión. Bajaron inquietos, de madrugada, al bar Madrigal. Costaba creer que alguien estuvieran pisando la misma luna que ellos veían desde la calle. Alguien dijo algo del año 2000. Le acarició el pelo y le susurró que para entonces él tendría cuarenta años y sería el primero de la familia en ser universitario. "Yo ya me habré muerto", le dijo con media sonrisa. Erró la profecía. Salvo una leve cojera, ahí sigue. Ese hombre le ha iluminado siempre y todo se lo debe. Nunca se lo ha dicho bastante.

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