19 mayo 2015

Colaboración Levante-EMV 12/5/2015 "Silenciosos e invisibles"

"Silenciosos e invisibles"

Se acuesta de día con la intensa cadencia de los coches ansiosos que pasan bajo su ventana. Es una de las muchas Marías que se tiñen las canas con café. Intenta no hacer ruido para no despertar ni a su marido ni al único hijo que le queda en casa cuando sale hacia el trabajo. Siempre es de noche. Nunca entiende su nómina. Sabe las horas que pasa fuera de casa pero no lo que cobra por cada una de ellas. Limpia inmensas oficinas al cobijo de la luz eléctrica. Una vez encontró un pósit en el que alguien garabateó un “gracias” al día siguiente de luchar con una mancha imposible. Siempre le duele la cabeza y siempre está cansada.

Las ciudades son como relojes. Una suma de engranajes ocultos las hacen funcionar con insólita precisión. A partir de las once de la noche todo se va ralentizando. Es como si todo enlentenciera programadamente hasta un punto de actividad casi nula para, a partir de ahí, empezar a remontar eclosionando a mediodía. Hay noches en que parece que la ciudad no va a sobrevivir al amanecer pero siempre lo hace. Sorprende su perenne vigor, sobrevive como Sidney Orr, el enfermo personaje de Auster de la “Noche del oráculo” al que todos consideran incapaz de eludir la muerte.

Repositores de tiendas, personal médico, controladores de tráfico, personal de hoteles, empleados de tiendas veinticuatro horas, guardias de seguridad, recogedores de basura, locutores y técnicos de radio, impresores y distribuidores de periódicos, policías, bomberos, cerrajeros, empleados de gasolineras, técnicos de compañías eléctricas, telefonistas del 112, camareros, taxistas, farmacéuticos... gentes que velan nuestro sueño o que preparan la ciudad para el día siguiente.

Vivimos la vida que nos toca vivir. Los que tiene dificultades para dormir son los que más piensan en los que tienen que trabajar de noche, ese tres o cuatro por cien que prepara las ciudades para el día que ha de venir. Son personas víctimas de los cambios de ritmo biológicos a los que las sometemos. Padecen trastornos del sueño, nerviosos, digestivos,…pero sobretodo de su vida social o familiar

La ciudad despierta no existiría sin los actores de la ciudad dormida. Hagan un esfuerzo y en los semáforos, en el metro, en el autobús o en las estaciones del Valenbisi, intenten descubrirlos. Son fácilmente detectables. Ahora que hay días mundiales para cualquier cosa debería haber alguno para el trabajo nocturno. De no estar ellos a saber cómo funcionaría todo esto. No hacen ruido, no se les ve.


Es muy buena chica. Está acabando sus estudios y ahorra para los veranos lo que saca con trabajillos esporádicos. Es despistada, muy despistada. Un día cerró mecánicamente la puerta de casa reparando inmediatamente en que las llaves estaban dentro. Era justo un fin de semana en que todos estaban demasiado lejos para auxiliarla. Google la dirigió hasta algunos teléfonos que le hablaban de entre setenta y ciento veinte euros. Se fió del que no aventuraba coste, del que sólo presupuestaría al ver la puerta. –Es blindada- le dijo. –Van a ser ciento cuarenta-. Aceptó por las ganas de acabar. Él le pidió que no le mirara trabajar. En cinco segundos la puerta estuvo abierta. A él no le molestó cobrarle mientras le llamaba sinvergüenza. ¡Al garete los planes del verano!

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