11 octubre 2016

Colaboración Manolo Mata 3/10/2016 "Retropía"

                “Retropía"

El padre trabajaba, los hijos ya no tenían colegio. Ir a recogerlo al trabajo les hacía sentirse mayores. Los que recogían eran ellos, el recogido era él. Dormían la espera en los aledaños del portal de la oficina. Algunas veces tardaba más, otras tardaba menos. Aparentaba sorpresa al descubrirlos y los premiaba con agua de cebada en el Rincón Valenciano. Era la mejor bebida de su mundo en la mejor heladería de su mundo. Una y otra desaparecieron.

Zygmunt Bauman sigue inventando conceptos desde la lucidez de sus noventa años. Escribe buscando explicaciones a lo que nos pasa. Para él, ya no estamos peleando por la utopía, por un sueño ideal de sociedad que nunca se acaba de concretar. Dice que estamos instalados en la “retropía”, una permanente mirada nostálgica del pasado. Buscamos, hacia atrás, un mundo que ya no existe. Cree que nos olvidamos de la solidaridad social para caer en la autoresponsabilidad individual, que soñamos con un mundo seguro que lo era por su propia previsibilidad. Basta mirar atentamente a nuestro alrededor para constatar que no va muy desencaminado.

La semana de la movilidad ha sido exitosa, todo lo exitosa que puede ser una gota en un océano, sin olvidar que sin gota no hay océano. Loable iniciativa que trata de concienciar sobre el medio ambiente. Alerta sobre su degradación. Apela a la vida saludable. Resalta la importancia del despilfarro de recursos por el uso del transporte privado. Profundizando en la importancia que sobre la actividad económica tiene el incremento de la peatonalización urbana. Funciona. Otras campañas de sensibilización no tienen tanto éxito pero como decía Thomas Edison, él nunca falló, solo descubrió 10.000 maneras de hacer algo que no funcionaron.

Que sea exitosa, que nos llegue, que nos interese, no quiere decir que no tenga detractores. Nos advertía Elena Poniatowska que todos somos blanco y negro a la vez, así que el ogro que todos llevamos dentro - en mi familia le llamamos “el oso” - les salió a algunos ese día. Caos circulatorio, dificultades para acceder al centro, atentado a la libertad, y muchos disparates más. Los críticos vomitaban nostalgia del pasado, de  calles que absorbían un número limitado de coches, de tiempos en que se inventaban argucias para que se pudiera regular el uso creciente del coche. ORA para que hubiera rotación más fluida, ordenanzas que obligaban a construir edificios siempre que hubiera garajes, sanciones duras a la doble fila. Viéndolo en perspectiva es fácil concluir que solo el caos hubiera llevado a la limitación del uso exponencial de los vehículos privados.

Hay estudios que advierten que los jóvenes prefieren un buen móvil a un coche, esa será la auténtica regulación. Criticamos que los chavales abusen de los móviles quienes vivíamos la limitación a la infinita necesidad de leer tebeos. Peor es ver familias paseando, niños a su aire, con padres y madres embebidos en sus dispositivos.


Tenía la cara arrugadísma, usaba sobretodo gris y gorra de plato, también gris. Del cinturón pendía un aro grande con decenas de llaves ensartadas. De la muñeca colgaba un garrote. Saludaba siempre y a todo el mundo. Les daba miedo mirarlo. Les ilusionaba hacerse mayores para algún día poder gritar eso de ¡serenooooo! y dar dos palmadas. Se hicieron muy mayores. Hacía mucho que él no estaba.

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