Colaboración Levante-EMV 31/3/2015 "El Saler está ahí"
"El Saler está ahí"
Ni él ni ella eran unos niños cuando se encontraron. Cada uno
sabía que el otro existía, pero solo se descubrieron en una de esas fiestas
intergeneracionales del bloque de apartamentos. Tienen ya dos hijos. Cada
mañana disfrutan con los silbidos del aire en las ventanas, de la luz que les
ciega y del olor a sal. La carretera es odiosa, los madrugones más. Cada poco
piensan cómo sería la vida en otro sitio, en cómo podrían salir de copas por
Valencia sin tener que volver en taxi. Cuando ven a los niños rebuscar en la
arena se les olvida que este año tampoco ha llegado el gas. ¡Son tan de El
Saler que se casaron en El Cala!
Para muchos es solo
una playa, para otros un parque enorme. Casi todos se quejan de los atascos
para llegar, de las restricciones para aparcar, de la ausencia de servicios
públicos. A veces es noticia, sea una ballena varada en su orilla o porque el
viento de levante le había lleva los restos de la cremá. Dramático ha sido
cuando el fuego se le ha acercado. Es El Saler.
A alguien se le ocurrió, en los años sesenta,
que en esa formidable extensión de terreno, que sorprende en cada palmo por su
intensidad, había sitio para más de
veinte hoteles y una docena de apartahoteles, sesenta torres con más de dos mil
apartamentos, nueve poblados costeros, una zona popular para cien mil personas,
un campo de golf, un puerto deportivo, un parador nacional y un hipódromo. Un
auténtico disparate.
Solo en los últimos
setenta se consiguió parar la mayor parte de la agresión, quedando solo restos
de lo que pudo haber sido.
Siempre hay mentes
retorcidas que intentan meter alguna cuña en la protección. A veces resurge la
idea del tercer carril, otras aparecen planes de nuevos aparcamientos, o de
nuevos servicios hosteleros, pero el parque resiste. El enebro marino consiguió
dividir al antiguo polideportivo en norte y sur, hoy unos cuantos enebros más
ya se han instalado en sus antiguos dominios. Enebro, murta, lentisco,
margalló, plantas renacidas gracias a muchos euros europeos, que nos recuerdan
que Europa es mucho más que absurdos planes de austeridad.
La
mayoría que gobierna el Ayuntamiento de Valencia se ha negado,
tendenciosamente, a retirarle la medalla de oro de la ciudad a Franco,
distinción ésta que se reserva para recompensar los méritos que se han contraido por trabajos ostensibles
en favor de Valencia. Pensando quién podría merecer esa medalla, sería de
justicia un reconocimiento a “El Saler per al poble”, ese colectivo combativo,
visionario y transgresor que nos dejó en herencia lo que hoy disfrutamos.
Ella cumplía años, arrancaba junio y hacía buen día. Él
elegiría el sitio, pagaba ella. Fueron a Casa Carmina, comerían bien y con
suerte podrían coincidir con Ferran
Torrent a quien admiraba en la distancia . Cuando despacharon el arnadí
caramelizado y la tarta de chocolate que compartirían, la sorprendió con el DVD
de “Desayuno con diamantes”. En los meses que se trataban se les había cruzado
la canción, imágenes de Audrey y hasta la propia película, no una, muchas
veces. Era toda una declaración. Antes de volver a Valencia metieron los pies
en la arena, sortearon algún pino y escucharon la música de las olas.
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