Colaboración Levante-EMV 24/3/2015 "Detrás de los cristales llueve"
"Detrás de los cristales
llueve"
En sus años mozos fue boxeador. Trabajando para el ayuntamiento
de Valencia, de conductor en algún departamento de aguas, tras perspicaz
análisis, concluyó que los imbornales municipales eran mejorables. “Si fueran
curvos, las hojas de los árboles no se quedarían pegadas y no se embozarían”-
decía. “Si fueran curvos, los conductores despistados no se cargarían las
ruedas”-insistía. Hace unos años buscó un abogado. Llevaba los papeles de su
“modelo de utilidad” del imbornal curvo y planos dibujados, altruistamente, por
ingenieros amigos. Consiguió unas perrillas del que había instalado imbornales
curvos sin su permiso. Lo primero que hizo fue recuperar su anillo de oro, con
la piedra granate, del Monte de Piedad.
Cuando caen cuatro,
o cuarenta y cuatro gotas, la ciudad sangra, se aletarga, va perdiendo la vida.
Aparecen charcos imprevistos, los semáforos parpadean con todos sus colores a
la vez, los autobuses empañan los cristales y se desbordan los alcorques
expulsando cacas de perro.
La calma de después
del chaparrón es gris pero el aire puro. No se ve gente con aquellas katiuskas
de la infancia. Se ha perdido el placer de pisar charcos, de salpicar agua, se
van perdiendo motivos para sonreir.
Abrimos el grifo y
sale agua, la usamos y va al desague. Más de mil quinientos millones de
personas en el mundo nunca han visto eso en directo, los que carecen de la
cantidad y calidad de agua necesaria para vivir con garantías sanitarias.
Años y años con la
brasa del agua para pasar a no mentarla. Por el camino se han quedado los
millones de las paellas gigantes, de las manifestaciones, de los sesudos
estudios interesados, del “agua para todos” y no del “agua para el que la
necesita”, de las mezquindades interesadas para hacer daño. Solo el paso del
tiempo permite hoy valorar la impudicia con la que se ha hecho demagogia con el
agua.
Lo único cierto es
que el agua de Valencia era, durante
mucho tiempo, asquerosa, prácticamente imbebible y, poco a poco, va mejorando.
Se ve cada vez menos gente cargada con botellas de agua mineral. No puede
sorprender que a más dinero robado con la depuración del agua de Valencia más
lamentable era su estado. A más investigación judicial y más depuración de
responsabilidades menos cargados vamos con agua mineral.
Llueve y nadie
espera inundaciones en Malvarrosa y Nazaret. Cuando en los ochenta los
ayuntamientos gobernados por la izquierda enterraron millones en colectores
mejoraron nuestra calidad de vida. Colectores que no hacen ruido, que no se ven,
que no nos ponen en el mapa, solo
garantizan que, llueva lo que llueva, no haya que desalojar un barrio.
Le dijo que la llevaría en moto, que llegarían en un
momento. En uno de los semáforos él le pidió que le cogiera por la cintura. “Se
toman mejor las curvas”-le dijo. Ella, obediente, le agarró fuerte. Lo que
parecía un trueno lo era. No tardó mucho en caer un chaparrón valenciano. Oían
las gotas en los cascos, él intentaba que toda la lluvia le cayera a él. Cuando
llegaron le dijo que no se preocupara, que llevaba una toalla en el cajón de la
moto. Ella se quitó el casco. Suavemente le secó los ojos, la nariz, la boca.
Ella se lo agradeció con un beso.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio