Colaboración Levante-EMV 8/11/2016 "Bibliotecas humanas"
“Bibliotecas humanas"
El
centro cultural de Alfama albergaba un festival de fados solidarios. Sonaban
aplausos cuando se abrió la puerta y salió una joven muy guapa de aspecto
saludable. Alguien le pidió que cantara un par de estrofas. De su garganta
brotaban frases ininteligibles que sorprendentemente entendieron. Conmovidos,
la vieron apretar los puños escondiendo unas largas uñas pintadas de azul.
Cuando acabó, se recogió en su abrigo rosa. La siguieron con la mirada hasta
que se perdió por una callejuela. Ella tragó saliva; él vió que tenía húmedos
los ojos.
Hace una docena de
años un británico de origen estadounidense, Chris Sandeman, puso en marcha un
novedoso sistema para organizar recorridos turísticos. Está presente en
dieciocho ciudades. Son gratuitos pero el negocio proporciona altos
rendimientos. Los guías, normalmente jóvenes sobradamente preparados,
seleccionados por Sandeman, pagan a la empresa por cada uno de los turistas que
les llega a través de su web. Ellos cobran solo las propinas que les entregan
los usuarios después de unas tres horas de reposado paseo urbano. El reto es
espectacular. Deben fijar su atención para que nadie abandone el recorrido y
que, al final, estén dispuestos a dar una propina, cuanto más generosa mejor.
En las ciudades en
que el negocio se ha implantado ha habido serias resistencias por parte de los
acreditados guías locales pero, como en tantas otras cosas, no se puede poner
puertas al campo. La experiencia del turista es adictiva y se suele repetir.
Son guías entretenidos, juguetones, cultos y divertidos. Una especie de
bibliotecas humanas. Limitadas a esa ciudad concreta, eso sí, pero tiene
mérito.
Lo de la
Organización Biblioteca Humana, es otra cosa. Es un interesante proyecto que ya
está presente en setenta paises. No prestan libros, prestan personas con
historias interesantes que contar. Pretenden eliminar las barreras que separan
a las personas y promover el diálogo y la comprensión. Se dispone de media hora
para escuchar al libro viviente, preguntar y dialogar.
El catálogo
relaciona personas con historias que merecen ser compartidas, normalmente
víctimas de prejuicios, exclusión social, que han sido estigmatizados o
simplemente desoidos.
En Valencia es
fácil cruzarte con personas que merecen ser escuchadas. El Ayuntamiento de
Valencia va a premiar estos días a nuestras “mejores personas mayores”. Valdría
la pena escuchar la media hora de Julia Sevilla, una vida luchando por la
igualdad; la de Eugenio Coronado, patriarca vecinal que ha contribuido a
mejorar la vida de nuestra ciudad o la de Francisca Conesa, impulsora del
conocimiento y el saber en las edades en que hay más pasado que futuro.
Llevamos reloj pero
no tenemos tiempo para escuchar. Lo necesitamos tanto que no nos damos cuenta
de su pérdida.
Habían salido de la librería Bertrand en la calle Garret del Chiado. Un
poco más arriba estaba el café A Brasileira. Él acarició la estatua de Pessoa y
le pidió a ella que le hiciera una foto a su lado. Las esculturas son para
tocarlas, dijo él. Detrás esperaban varias personas su turno. Pensó en el pobre
Pessoa. Tan discreto en vida, tan solitario, tan tímido. Le debía repatear ese
obsceno desfile. Él pensó en una frase del “libro del desasosiego” que le iba
que ni pintada, “todo en mí es esta tendencia a ser de inmediato otra cosa”.
Cogió el móvil y borró la foto.
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