Colaboración Levante-EMV 19/4/2016 "Método KonMari a la valenciana"
"Método KonMari en
Valencia"
Las
dos mujeres, con zapatillas de ir por casa, vestían cómodas prendas, lustrosas
por el uso. Se veían sin cita. Coincidían en el mismo alcorque en el que sus
perrillos hacían sus necesidades. La más vehemente explicaba que, en su casa,
guardaban la ropa de invierno y sacaban la ropa de verano, el día de la
República. Las dejó hablando de bolas de alcanfor, cajas de plástico,
tintorerías, bolsas de tomillo y
perchas olorosas de Zara Home.
María Kondo es un fenómeno
social. Su libro “La magia del orden” traslada pautas que mezclan filosofía
oriental y autoayuda para ordenar nuestras casas, nuestros armarios y, de paso,
nuestras vidas. Millones de
personas la siguen.
La popularidad del método
KonMari, que así se llama el invento, reside, como casi siempre, en su
sencillez y sentido común. Hay que verificar si cada uno de los objetos que
tenemos en casa nos da, o no, alegría. Hay que coger cada uno entre las manos,
en privado y a solas, y si nos da la chispa de la alegría, quedárnoslo. Es
aproximarse al síndrome Diógenes a la inversa.
Los apóstoles la clásica
regla del 80/20 de la ropa estamos fascinados por su propuesta. Si el 80% de la
ropa nos la ponemos solo el 20% de las veces y el 80% del tiempo llevamos el
20% de nuestra ropa, podemos donar mucha. Es relativamente sencillo; hay que
conservar poca ropa, la que nos pongamos de verdad, teniéndola siempre a mano.
Reivindica el fin de la ropa de ir por casa, esa que nos apena tirar y
guardamos con esa excusa. Ilusiona pensar cómo trasladar esos conceptos a
cuestiones personales y a nuestro pasado.
Lo novedoso es su
propuesta de almacenamiento. El método KonMari dice que la ropa está dormida,
que debe descansar. Lo que son jerseis, pantalones, calcetines, camisas o ropa
interior hay que doblarlos muchas veces, sobre sí mismos, y almacenarlos
verticalmente. Sostiene María que la ropa no se arruga por doblarla sino por su
peso, que verticalmente descansa. De un vistazo lo tenemos todo a mano.
¡Impresionante!
Pensemos en lo que supondría
aplicar el método en la ciudad. Que la altura de algunos edificios en Guillem
de Castro perjudican al Botánico, pues se doblan desde arriba. Que los
solares/joroba invaden las aceras como en la calle Jesús, pues se doblan hacia
dentro.
Hay mucho que tirar,
doblar y archivar verticalmente, dejando lo que nos alegre. Las torres de
Calatrava, replicadas de las de Malmö, la esfera armillar, el museo de la FIFA,
son candidatas. Desdeñar farolas/escultura y quedarse con las que den luz;
discretas, y no molesten. Sustituir los unibancos por otros en los que quepan
al menos tres personas. Pensar en otro modelo de papeleras más sostenibles.
Mucho por hacer, con método valenciano.
Intentan
no perdonar un miércoles. Sobre las nueve buscan sitios agradables, toman vinos
y pican algo. Es el día en que más hablan ellos de ellos. Intentan aparcar las
contrariedades, disfrutar de tenerse. Tarde descubrieron que el bar nuevo que
exploraban era secuela de las añoradas Mantequerías Castillo. Otro
descubrimiento fue averiguar que los jóvenes marineros norteamericanos, que
sutilmente intentaban seducir a las amables camareras, disfrutaban de la misma
ciudad que ellos mismos, de los mismos barrios, de los mismos bares, de las
mismas bromas.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio