Colaboración Levante-EMV 29/3/2016 "Objetos perdidos"
"Objetos
perdidos"
El
anuncio de que en la 2 exhibían “Misión blanca” la alteró. La había visto
decenas de veces y podía recitar todas las escenas en que salía tita Elva.
Buscó en todos los cajones, abrió todas las cajas que acumulan objetos inútiles
y preguntó a su madre, pero el chal no apareció. Elva Betancourt entró como un
ciclón en la familia alterando el orden establecido. Artista, piel oscura,
antecedentes laborales en el Molino de Barcelona, guapa a rabiar, amiga de
actores e intelectuales. Su vida daba para un libro, y ella, su sobrina, había
perdido el único recuerdo que le dejó.
Perdemos tantas cosas
diariamente que el profesor Michael Salomon ha escrito un libro para ayudarnos
a encontrarlas, “How to find lost objects”. Llaves, móvil, agenda, cartera,
reloj, pulseras, pendientes, recibos, muletas, dentaduras. Cualquier cosa es
susceptible de perderse. Cada uno de nosotros pierde, de media, nueve objetos
al día, invirtiendo un cuarto de hora en recuperarlos. Sostiene que la clave
para recuperarlos está en el cerebro y da unas pautas para ello. Si se le hace
caso, se repara pronto, un suponer, en que las gafas se quedaron dentro de la
nevera cuando se fue a buscar agua.
Con libro o sin libro la
gente pierde cosas, muchísimas cosas. La mayoría se encuentran, otras no.
¿Cuántas veces no hemos esbozado una desolada mueca al detectar una rebeca
infantil o un zapatito, de suela impoluta, apoyados sobre el capó de un coche?
Vivir es empezar a perder.
Se pierde tanto que nuestro ayuntamiento tiene una oficina dedicada a velar por
los objetos perdidos. Hace muchos años estaba en Guillem de Castro, ahora está
cerca de la Avenida del Cid. Varias personas trabajan allí. Clasifican,
ordenan, relacionan y guardan,
durante largos periodos de tiempo, unos ocho mil objetos cada año. La
mayoría viene de las oficinas, también de objetos perdidos, de EMT, Radio taxi,
Metrovalencia, aeropuerto o FGV.
En tiempos de
transparencia “gorda”, en que se gasta tiempo y dinero en difundir datos que
poco interesan, como los movimientos de cuentas de las administraciones
públicas, las agendas de altos cargos o los desplazamientos urbanos de un
alcalde, se echa en falta algo de transparencia “chica”, de esa que sugiere
algo útil. ¿Qué objetos entran en la oficina de objetos perdidos, cuáles se
mantienen allí, cuáles se entregan a sus propietarios, cuáles han dejado pasar
el plazo para ser recuperados y se regalan, subastan o reciclan?. La web del
ayuntamiento se limita a decir que la oficina está en la calle Santa Cruz de
Tenerife, el teléfono, el mail, y que el horario de atención al público es de 8
a 20, excepto en agosto en que solo hay horario de mañana. Siempre nos ocultan
lo más interesante.
Hace
unos días Twitter celebró su décimo aniversario. Sigue a ocho o diez personas
que le interesan especialmente y todas las noches lee sus tweets para intentar
saber más de ellas. Ese día perdió a una de ellas. @JohnCarlin5 tuiteó, en
inglés y castellano: “El décimo
aniversario de Twitter parece un buen momento para dejarlo. Gracias a todos,
buenas noches y buena suerte”. Envidió su valentía. Lo había perdido y lo
lamentaba, pero se alegraba por él. Había derrotado al bicho que roba minutos,
al ladrón de tranquilidad, al pertubador de vidas.
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