Colaboración Levante-EMV 8/3/2016 "A Bialetti no le han escrito"
"A Bialetti no le han
escrito"
Llevaba
leidas y recortadas siete necrológicas de Bialetti, el apóstol de la cafetera
Moka. A lo largo de su vida había comprado varias; de una, tres, seis, nueve y
doce tazas. Para él era un socorrido regalo. Inicialmente las tenía localizadas
en Habitat y respiró cuando las vió en el Corte Inglés. Se preocupó cuando pasaron a producirse en un país del
este. Se emocionó al fotografiarla en el MOMA. Leía un libro de relatos y alucinó
con una de sus frases, “En el último momento decidimos empacar también la
cafetera Bialetti y una pequeña fotografía de Emiliano Zapata”. Bialetti le
acompañaba después de muerto.
Los libros viejos huelen a
libro viejo y los libros antiguos huelen a libros antiguos. Paseando por la
feria anual que se instala en la Gran Vía Marqués del Turia es fácil evocar la
paradoja de la satisfacción. Te cruzas con gente que, al conservar una memoria
tan trágica del pasado, ahora todo les parece bien y buscan con deleite
aquellos manuales, soflamas o análisis de la peor de sus épocas vividas.
Con envidia hemos leido
alguna vez a Cercas, a Trapinello o a Javier Marías relatar asombrosos
descubrimientos en alguna librería de viejo. Almonedas que escondían tesoros
literarios que a ellos no les pasaron desapercibidos. Libros cuya existencia se
conocía pero que nunca fueron reeditados, joyas con brillantes anotaciones al
margen. Cosas que pasan pero siempre a otros.
La paciencia de los
libreros de viejo es para estudiar. Soportan estoicamente insólitas peticiones.
Se les pide libros imposibles de épocas en que no existían, de temas no
tratados, de autores ágrafos.
Conviven casetas que
guardan un cierto orden con otras en que el caos y el desbarajuste se han
adueñado del espacio. Naufragan los clientes entre libros valiosos que conviven
con otros que penan por el estigma del reclamo de su ridículo precio.
Esa feria, a lo largo de
los años, nos ha ido suministrando libros que siguen acompañándonos, que
recomendamos y que releemos. “La Regenta”, “Drácula”, “Los pazos de Ulloa”, “El
guardián entre el centeno”, “Cañas y barro”, “Fortunata y Jacinta”, “Los
intereses creados”, “Historia de dos ciudades”, “El jugador”,… incluso “El
libro del sentido común del cuidado de bebés y niños” del doctor Benjamin
Spock.
Pasan los años y da la
sensación de que la feria languidece, que se va consumiendo, que necesita un
empujón para volver a situarse en primera línea. El año que viene celebraremos
el 150 aniversario del nacimiento de Blasco Ibañez. Las instituciones
impulsarán la celebración, como Blasco y los valencianos merecemos. Un objetivo
debe ser revitalizar esta querida feria, madre de nuestra memoria.
Recorrió
todas las casetas de la Feria del Libro Antiguo buscando una imprescindible
biografía de Bialetti. Uno de los vendedores le dijo que a Bialetti no le han
escrito. Tocó todo lo que estaba a la vista,
haciendo caso a los carteles que invitaban a pasar a inspeccionar las columnas
traseras. Preguntó por un libro sobre periódicos y periodistas en la edad de
oro de Fleet Street, “La calle de la aventura”. Buscó “Lobos frente al mar”. Le
pesaban las bolsas con libros de cocina, comics de los cuatro fantásticos y
algún ensayo sobre la pobreza. Entró en París-Valencia y, satisfecho, se compró
la última novela de Vargas Llosa.
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