Colaboración Levante-EMV 18/11/2014 "El trampantojo de una gestión pública"
"El trampantojo de una
gestión pública"
Se habían acercado a
ver el huevo de la casa de Dalí, después bajaron hasta la playita de Port
Lligat. Sobre la popa de la barca varada reposaba un paraguas morado, unos
zapatos de tacón, una corbata, también morada, y unos zapatos negros de
cordones. Instintivamente miró alrededor. Vió a unos novios vestidos para la
ocasión, con el agua por las rodillas, posando para una fotógrafa con bufanda
que les enfocaba desde la orilla. Él sacó rápidamente el móvil. No son pocas
las veces que revisan tan delirante escena. Ella en primer plano, al fondo los
novios con agua por las pantorrillas.
Los libros de memorias
son apasionantes. Se leen sabiendo que la memoria es tramposa, que los
recuerdos siempre están contaminados, que los autores tienden a justificarse,
que casi nunca hay modo de averiguar qué es verdad y qué no. Nuestros propios
recuerdos están torcidos, son víctimas de la impostura. ¿Acaso las magdalenas
que le preparaba la tía Leoncia tenían el aspecto que Proust recordaba? Nadie
lo sabrá. Importaba el sabor, el aroma y la textura que él rememoraba décadas
después. Las nuevas generaciones no tendrán “memorias”, tienen demasiados
datos. Han fotografiado cada momento de sus vidas, cada acto cotidiano, cada
suspiro. Todo es presente.
Si tenía razón García
Márquez y la vida no es la que uno vivió sino cómo la recuerda; en la vida
pública, en la gestión pública, pasa lo mismo. Los que saben de mercadotecnia
política dicen que a los ciudadanos sólo nos importa lo emocional, nuestra
propia visión de lo que nos rodea. Un trampantojo, vamos. Hay tanta foto y
tanta web, que analizar las emociones pasadas es sencillo.
Se acerca un cambio de
ciclo, más bien un cambio de régimen, en la gestión de nuestra ciudad. Si uno
pudiera recorrer los despachos de la Alcaldía de Valencia, su salón de la
chimenea, su pompeyano, y otras dependencias, vería centenares de fotos de la
alcaldesa con centenares de personas. Más de ocho mil días de gestión pública
dan para mucho. Vizcaíno Casas, Margaret Thatcher, Daryl Hannah, Aznar,
Urdangarín, Ecclestone, Laurence Bacall, Paquita Rico, Samuelson, Butragueño,
Raquel Welch, Benedicto XVI, Ricard Chamberlain… y más, muchos más; banqueros,
intelectuales, vividores, héroes y villanos. Todos tienen algo en común, están
al lado de la alcaldesa.
Rememorando lo que ha
pasado en tanto tiempo en Valencia verificamos que las cosas más importantes
para los que vivimos aquí han permanecido, más o menos, inalteradas. La gestión
y calidad del agua, el tratamiento de los residuos, la seguridad ciudadana, el
transporte, la educación, la sanidad y la cultura, no tienen nada que ver con
las fotos del régimen. Los euros nuestros, malbaratados en esos recuerditos son
cuantificables.
Cuando cae un régimen,
lo primero que quiere la ciudadanía es saber qué pasó exactamente. Igual que
los ucranianos hicieron cola para ver los detalles de la lujosa mansión del
depuesto Yanukovich, tenemos que exigir ver las fotos, que nos dejen calcular
cuánto ha costado cada una, qué nos ha aportado, y cómo hacemos ahora para
reiniciarnos, mejorar y progresar.
Juntaron mofletes. Las
copas de vino medio llenas, alineadas, sus caras detrás. Siempre hacían la
misma foto. Si la hubiera visto Celia Cruz hubiera dicho que ellos andaban “muertos
de risa y merendando”, justo como nuestros gobernantes.
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