Colaboración Levante-EMV 11/11/2014 "Identidad sin señas"
"Identidad
sin señas"
Era festivo pero ellos no lo
sabían. Las calles estaban desiertas. Unas pocas personas aprovechaban la
sombra de la parada del autobús cercana al hotel, huían del sol. Un señor
bigotudo les saludó con una inclinación de cabeza, su mujer también. Estimulados
por el gentil gesto iniciaron una conversación en “portuñol” y a él le dio la
sensación de que flotaban en “la balsa de piedra”. Les convenció de que fueran
a las playas de Lavadero y que almorzaran en Casa Branca. Les dijo que era
“tripeiro”. Él, petulante con los idiomas, lo tradujo diciéndole que era un carnicero jubilado, más
bien de casquería. Cuando al día siguiente, en el bus turístic, oyeron que a los originarios de Oporto se les llama
“tripeiros”, en recuerdo de algo que pasó en el siglo quince, él enrojeció de
vergüenza y ella estalló en una risotada contagiosa que sorprendió a los
vecinos franceses.
Cuando oyes a un madrileño
alardear de “gato”, te preguntas tú que eres. Todos somos algo, pero la mayoría
lo somos por exclusión, por lo que no
somos. Eres payo por no ser gitano, o gentil por no ser judío. Ser sólo por
negación es lo más parecido a no ser nada. Las ciudades también quieren ser y
muchas exploran y explotan su identidad. En la nuestra, parece que la identidad
es sólo la de sus barrios. Los oriundos de Russafa, el Cabanyal, Monteolivet,
Benimaclet, y muchas de las pedanías, reivindican con orgullo su origen. Sin
embargo, y sin saber muy bien por qué, en muchas otras zonas esa identidad se diluye, desaparece. No existe
orgullo de “cap i casal”. Se perdió la
capacidad de ejercer la capitalidad de L´Horta y el liderazgo metropolitano. Se
aniquiló la apuesta por la centralidad
mediterránea.
En octubre de 1991, a los pocos
meses de que la derecha empezara a
gobernar en el ayuntamiento, se inauguró la Mostra del Cinema del Mediterrani
con una película de Isabel Pantoja. Oírla agradecer a la señá Rita y al señó
Bautista, que eligieran “Yo soy esa” para esa andadura, ya daba pautas de
lo que podría llegar a ser esto. Se perdió una oportunidad de reflexionar sobre
nuestra identidad. Hoy se intenta
reconstruir la Mostra, desde una romántica sociedad civil que permanece activa,
mientras que Valencia ha renunciado a reivindicar su mediterraneidad dejando
pudrir el Cabanyal, buscando más una estética “Tomorroland”.
Identidad es lo que te lleva, a
menudo, por inercias que labraron tus padres. Comprar campanitas de barro de
l´Escuraeta, ir a la procesión del Corpus, añorar la golondrina que te dejaba
en la Chitá, llegar corriendo a las mascletaes de Obispo Amigó, conservar
los cirios y medallas de los Niños de la calle San Vicente, pedir paella en La
Clemencia, tomar unos mejillones de la
Pilareta, ser granota... Todo eso es identidad, sin ley y sin señas.
Estaban uno frente al otro,
rodeados de periódicos en el mejor brunch de la ciudad, en la calle Pintor
Salvador Abril. Él le mandó un whatsapp con el verso más popular de Getrude
Stein ”rosa es una rosa es una rosa es una rosa”. Ella, al leerlo,
sonrió y olvidó la riña reciente. Le contestó con una estrofa de un fado absurdo de Amalia
Rodrigues , “una casa portuguesa es con certeza una casa portuguesa”.
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