Colaboración Levante-EMV 26/4/2016 "El suave desorden de la primavera"
"El suave desorden de
la primavera"
Ella
quiere ver desde la cama algunas rayitas de la persiana, él no. Él lee antes de
dormir, ella se acuesta leida. Ella siempre tiene los pies fríos, él calientes.
Él bebe antes de acostarse, ella necesita tener un vaso de agua en la mesilla.
Ella duerme en el lado izquierdo, él en el lado derecho. Cuando llega la
primavera ella le recomienda sacar un pie de la sábana, él no lo hace por miedo
a constiparse. Él usa el móvil para despertarse, ella un altavoz con números digitales
que ambientaría una discoteca. La pasada primavera llegaron al pacto del
edredón de Ikea. El de símbolo rojo para el crudo invierno. El de símbolo azul
para el otoño y la primavera temprana. Él ya tiene calor y le sobra el edredón,
a ella aún no.
La primavera valenciana es
desordenada; suave, pero desordenada. Hay días frescos, días húmedos y días
calurosos. También hay días frescos pero solo en la sombra y días calurosos
pero solo al sol . Hasta que no entramos en Viveros, recorremos las casetas,
saludamos a amigos y asistimos a alguna presentación, no es primavera. Los
libros pesan, sobretodo el de “Ciudad en llamas” de Hallberg. Este año no
regalan muchos marca páginas pero compensa ver a esos gladiadores de la cultura
batallar contra el gratis total y las imágenes invasivas de cualquier
pantallita.
En el cauce del río,
Asindown, Asprona, Avapace y Bona Gent montan su Fiesta de la Primavera.
Karaokes, puestos de venta, restaurantes, actuaciones, tirolina, rocódromo
atraen a quienes ya les conocen pero necesitan continuar reconociendoles. Sus usuarios, sus socios, sus
familias exhiben la visibilidad que ya se han ganado día a día.
No tardará en llegar la
Primavera Educativa con sus 1.500 actividades, 200 carpas, 500 centros, 5
congresos. Un río de conocimiento, innovación y renovación pedagógica. Debería
convertirse en un espacio idóneo para entenderse unos y otros, los que se
sitúan como agredidos y los que nunca han matado una mosca. Si acudimos sin
prejuicios entenderemos mejor a los otros y ellos a nosotros. Vale la pena
intentarlo.
Al día siguiente de que
salieran centenares de alcaldes del Palau de la Generalitat, comprometiéndose a
reivindicar una financiación más justa, en esa calle había una partida de
pilota. En la plaza de la Virgen se veía crecer la Moixeranga de Algemesí, al
rato había exhibición de ball dels bastonets. La capitalidad se ejerce más en
primavera.
Primavera desordenada de
un pueblo que empieza a despertar, que va olvidando batallas pasadas
centrándose en las que importan. Todo huele diferente en estas primaveras de
cambio climático que se confunden con veranos que se confunden con otoños,
detrás de algo que no es invierno.
A él le pasaba como al protagonista de “Un dinar, un día qualsevol” de
Ferrán Torrent, que nunca recordaba cuál es el nombre oficial de la plaza, de
Zaragoza o de la Reina. Uno de esos días de primavera encendida, para avanzar,
tenía que sortear a personas de todas edades que portaban orgullosas, banderas
parecidas pero no del todo iguales. Acalorados japoneses intentaban
fotografiarlas todas. Volverían a casa sin leer los también acalorados
artículos de prensa que opinaban de la trascendencia de una rayita o una
estrellita, de más o de menos, en esas sentidas banderas.
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