Colaboración Levante-EMV 19/7/2016 "A la fresca"
"A la fresca"
Se
conjuraron para que los miércoles fueran suyos, de nadie más. Llevan más de
doscientos cincuenta. A las ocho se buscaban y a las ocho y media ya se estaban
oliendo. Con los vinos se cuentan cosas, esas que pasan a un segundo plano
cuando se convive, siendo las más importantes. En verano se regalaban más días.
Unos amigos les citaron en el Bar el Cabanyal, cerca del mercado. Cenaron muy
bien y barato. Se acercaron a la Fábrica de Hielo. Salieron sin ganas de ir a
casa. La última parada les llevó a un barecito donde los parroquianos les
informaron de la tragedia de Niza. Horror en directo. El mismo mar, el mismo
cielo, el mismo miedo.
Con el buen tiempo,
pasear por las estrechas calles del Cabanyal Canyamelar es sortear sillas y
hamacas de vecinos que salen a la fresca. Algunos hablan entre susurros, otros
voz en grito. Muchos vigilan a los chiquillos que corretean sin camiseta y,
hasta los hay, que organizan timbas de cartas con riesgo de que el tema acabe
mal.
Han pasado, sin
celebración alguna, veinticinco años desde que un 14 de abril viniera el
Ministro Borrell a acompañar a Clementina Ródenas y a Joan Lerma al
enterramiento definitivo de la barrera de vías que separaba el Grau, el
Cabanyal, Canyamelar y la Malvarrosa, del resto de la ciudad. Los vecinos de
allí siguen diciendo que van a comprar a Valencia pero ya son tan de Valencia
como todos los demás.
De parecidas fechas
es el Paseo Marítimo, que acoge ciclos de la vida perfectamente delimitados. Al
alba, coinciden las parejas abrazadas que salen de los sitios de ocio con los
que salen a correr o a machacarse en el carril bici. A media mañana se inundan
las playas de padres o madres que tienen que distraer niños. A la hora del
aperitivo y el almuerzo se llenan los bares y restaurantes sobre los que
falsariamente se insistía que desaparecerían con la ley de costas. A primera
hora de la tarde se tuestan al sol los que trabajan en jornada intensiva o
trabajan en el mundo de la noche. Va cayendo el sol y los partidillos de fútbol
o de volley ball llenan de sudor los cuerpos playeros.
A la hora de cenar
centenares de familias plantan sus mesas plegables y sillas de nylon. Abren
tarteras con tortillas, lomo con tomate y sandía troceada. Corre el tinto de verano.
Combinan paseo y arena. Entre Las Arenas y el chalet de Blasco Ibañez, el Paseo
de la Mostra, se puede ir leyendo en las baldosas los nombres de famosos
artistas. El territorio erasmus es una torre de babel cerca de Akuarela y Moon.
No tardará en amanecer.
Textos leidos le perseguían y le encontraban cuanto más los necesitaba.
Tenía la imperiosa necesidad de entender y no siempre lo conseguía. Se acostó
con Erdogan hablando por facetime, con Erdogan buscando asilo. Intentaba
comprender los conflictos turcos;
con armenios, con kurdos, con chipriotas, con griegos. La luz de la
lamparita alumbraba las páginas de un relato breve del último libro de Petros
Markaris, “La muerte de Ulises”. El comisario turco Murat le guió por los
conflictos. Entendió, aunque no lo suficiente. Despertó con Erdogan purgando
jueces, con Erdogan amenazando con la pena de muerte.
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