Colaboración Levante-EMV 10/11/2015 "Desconexión"
"Desconexión"
Era el último
viaje al trabajo. Llevaba días advirtiendo a su familia que no pensaba
ser uno de esos jubilados que van cargados con la bolsa de la compra o que esperan la
salida de los nietos del colegio con la merienda en una bolsa. Él no
era de llevar bolsas. Treinta y cinco años
pasan volando. Había asistido a muchas despedidas de compañeros.
Se jubilaban con una sonrisa en los labios y lágrimas
en los ojos. Él no. Tantos años
cultivando la fama de mala leche para echarla a perder el día de
la desconexión.
Ayuntamientos democráticos y
instituciones autonómicas vieron en los años ochenta como savia nueva entraba
por sus burocráticas venas. Administrativos, arquitectos, conductores,
economistas, ujieres, policías… Jóvenes que pasaron a ser funcionarios
municipales. Sin darse apenas cuenta fueron protagonistas de un cambio radical,
el del paso de un régimen autárquico a uno democrático. Peinando canas y con algún achaque de salud les ha llegado la hora
de finalizar el contrato de servicio al ciudadano. En un goteo acelerado se van
jubilando, manteniendo ánimo y lucidez.
Desde entonces han cambiado
mucho las cosas. Se ha externalizado muchos servicios, se ha delegado muchas
funciones públicas en empresas privadas, se ha limitado al máximo la función
pública, pero sigue viva la sensación de que necesitamos un funcionariado
potente que nos garantice ecuanimidad y defensa de los intereses públicos.
En uno de los episodios del
“Ala Oeste de la Casa Blanca” alguien le recuerda al Presidente Barlet que
Roosevelt creó la clase media en cien días. Llevamos tantos años de crisis que se
empieza a hablar del “precariado”, de esas clases medias proletarizadas que han
gastado sus ahorros y no ven futuro para sus hijos.
Nos cuesta mucho construir “lo
nuevo” cuando “lo viejo” se resiste a despedirse. Keynes creía que en 2030 nos
bastaría con trabajar unas quince horas a la semana para mantener nuestro nivel
de vida una vez tecnificáramos nuestros procesos de producción. Si se pudiera
asomar a este mundo de jornadas laborales interminables por salarios de miseria,
con extrema tecnificación, se volvería a esconder.
Ojalá nuestro ayuntamiento
encuentre recursos para reponer a los funcionarios que se jubilan. El programa
“works progress administration” de Roosevelt, después de la crisis del 29,
generó millones de puestos de trabajo. Edificios públicos, carreteras,
infraestructuras se construyeron en esa época pero pocos recuerdan los
contratos que se hicieron para escritores que redactaron guías turísticas,
artistas que redecoraron masivamente espacios públicos y autores que
escribieron obras de teatro para consumo colectivo.
Escéptico como era estaba convencido de que había truco. Ella reservó por internet una visita guiada
de tres horas por el centro de Praga. La cita era en la Plaza de la Ciudad
Vieja. Cuando llegaron, verificaron que tenían reserva y amablemente
excluyeron a los que no la habían concertado . Les explicaron
cómo
funcionaba el reloj, entraron a la Iglesia de Tyn, pasaron por la plaza de
Wenceslao y seguían sin hablar de dinero. Se fotografiaron junto a Kafka,
patearon el barrio judío, vieron el Golem. En la Catedral de San Vito, al final de
las tres horas, se les sugirió que dieran una propina. Sin presión. La dieron, como todos. Hay
veces que lo que se promete se cumple. Él seguía buscando el truco, escéptico como era.
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